Despedir con alegría e ilusión a un ser querido

Blogs LaFamilia.info – 20.11.2017

Levantarse un día y no sentir ni ver más a esa persona grandiosa que ha abandonado nuestra vida, nos puede nublar la existencia y hacernos sentir cabizbajos y a veces sin aliento para continuar.

Es un abandono inconsciente, no premeditado, no programado e inocente. Toda vez que disfrutas de la presencia de ese ser entrañable, más difícil será el desprendimiento y la aceptación. ¿Pero… qué hacer cuando ese ser amado es llamado a formar parte del reino de Dios? ¿Cómo enfrentar el resto del camino sin tristezas ni agobios, recriminación ni arrepentimientos? No es sencillo poder enfrentar esta pérdida y más aún cuando es un ser cercano.

Les contaré mi historia, ya que recientemente mis queridos padres fallecieron y no hubo casi tiempo para preparación y aceptación de esta pérdida irreparable.

Mi madre… persona excepcional, inigualable, grandiosa, virtuosa y muy especial, nos enseñó durante su vida una razón intensa por la cual vivir y dedicar su tiempo y esfuerzos: sus hijos y esposo. Fue una mujer muy piadosa; nos enseñó a través de su ejemplo, el luchar intensamente por sacar adelante los sueños (no los de ella, sino los nuestros) porque abandonó los suyos por dedicarse a nosotros las 24 horas del día. Al pasar de los años era más exigente, no permitía faltas de respeto, desobediencias o altanerías. Ante todo, motivaba el deber ser y el cumplimiento de las normas y principios morales. Fue toda una dama, intachable, correcta en su proceder y con coherencia de vida. Indiscutiblemente todo lo anterior, nos ayudó a forjar nuestro futuro, convirtiéndonos en personas de bien que trabajan por el crecimiento de la sociedad.

Lo que más cala en lo profundo del corazón son sus palabras, gestos, consejos, movimientos involuntarios cuando algo no le agradaba. A veces en mis gestos, en mi proceder, en la manera de pensar o de actuar, se ven reflejadas sus enseñanzas. Esas palabras dulces que nos orientaban a sacar buenas calificaciones, nos animaban a ser los mejores y a demostrar que podíamos alcanzar las metas propuestas siempre quedarán sonando en mi caminar, en mi proyecto de vida personal y familiar.

Mi padre, un hombre correcto y generoso, muy alegre y divertido pues a todo le encontraba gracia y sus chistes fueron famosos en reuniones familiares y en los contextos en los cuales compartía con amigos y conocidos. Su sonrisa encantadora, nos hacía pensar en lo maravillosa que era la vida. A pesar de sus años y de sus enfermedades, siempre se mostró motivado y animoso por seguir luchando. Cuidaba y consentía mucho a mi madre. Le agarraba la mano para ver televisión (aprendió a ver telenovelas para acompañar a su amada esposa y ella, aprendió a ver fútbol, para acompañar a su príncipe azul). Siempre se mostró tierno y consentidor con nosotros sus hijos y con sus nietos. Fue un hombre de casa. No le conocimos situaciones de las cuales tuviésemos que sentir vergüenza.

Juntos fueron una pareja ejemplar. Se acompañaron y animaron a lo largo de los 58 años de casados y dos de novios. Los cariños se seguían percibiendo a pesar del tiempo y del perder día a día las facultades del cuerpo, por enfermedad y cansancio. Después de que mi madre abandonó el mundo terrenal, mi padre expresaba extrañarla mucho y que siempre la llevaría en su corazón.

Tanto fue el amor y la conexión con su amada, que casi a los dos meses de haber fallecido ella, él comenzó a sentir que en su cuerpo poco a poco se extinguía la llama de la vida. Empezó a enfermarse con más frecuencia. Fueron visitas frecuentes a clínicas y tratamientos para aliviar sus dolencias, hasta que una mañana en una de las últimas clínicas visitadas, se abandonó en la paz del Señor Todo Poderoso y sus ojos no volvieron a abrirse. Se reencontró con su amada en la eternidad. Nunca se quejaba ni nos preocupaba, siempre manifestaba sentirse bien, de pronto para no agobiarnos ni preocuparnos.

Lo que tranquiliza nuestro corazón es que ambos abandonaron esta vida terrenal con una sonrisa en los labios. A pesar de estar enfermos y que poco a poco se fue complicando su estado de salud, estuvieron conscientes y se entregaron en los brazos de Dios, creyentes, fieles, con fe firme, con convicción de haber cumplido su deber. Con la esperanza de entregarse en sus brazos para descansar y disfrutar de la vida eterna, tal como Él nos lo ha prometido.

He estado pensando sobre lo que pudimos haber hecho de más o lo que nos hizo falta hacer y no es preciso hacerlo todo. Basta solamente con amar a la persona y demostrárselo a cada instante porque no sabemos en qué momento nos llega la muerte. Las flores no nos llenan en el cementerio, nos deben llenar en un cumpleaños, un aniversario, una celebración especial o un día cualquiera, sin motivo alguno, solo con la sonrisa y el detalle de un te amo y un “te extraño”.

No esperemos a sufrir de enfermedades para pedir por la salud; no esperemos a accidentes para visitar a un ser que apreciamos; no esperemos a un viaje para llamar y expresar que se extraña a alguien; no esperemos a una separación para sentir que lo perdido era valioso. Luchemos en el ahora, en el presente, por los miles de razones para mantener vivo el amor; luchemos por brindar cariño y experiencias que no se volverán a repetir. Luchemos por demostrar con resplandor y pasión, que la familia nos importa, que son lo más significativo en nuestras vidas, que es irremplazable, única e irrepetible. No nos alcanzará el tiempo para expresar tanto amor si no empezamos desde este instante.

Qué triste es escuchar a tantas personas manifestando arrepentimiento por dormir enojados con su pareja, sin dirigirle una palabra porque el orgullo pesa más, y al siguiente día esa persona no despierta más. Y ya es demasiado tarde porque todo lo bueno lo debemos entregar en vida.

Disfrutemos al máximo de nuestros seres queridos, llamémoslos, escribámosles, visitémosles, enviémosles una tarjeta, hagámoslos sentir que son valiosos para nosotros, aprovechémoslos al máximo, aprendamos de ellos.

El mejor legado siempre será la conciencia tranquila, el pensar en todo lo bueno que se vivió, en las anécdotas, el buen humor, las grandes experiencias compartidas. Debemos estar preparados para afrontar estos momentos difíciles y orar con el corazón para que Dios traiga tranquilidad y confianza para continuar nuestro camino, dando lo mejor en cada tarea que emprendamos, rodeados siempre de los seres que nos aman y que amamos, porque juntos las cargas se hacen más livianas.

Madre querida, siempre estarás grabada en mi corazón y te daré profundas gracias por todo lo que hiciste en nosotros, por amarnos, cuidarnos, enseñarnos, corregirnos, llevarnos de la mano, comprendernos y reprendernos cuando era necesario. Siempre demostraste que éramos tu orgullo y nos encomendabas diariamente en tus oraciones. Desde el cielo te pido que sigas acompañándonos y guiándonos, y cerca de Dios intervengas por todos nosotros.

Padre adorado, fuiste el ejemplo vivo de que los hombres maravillosos existen y que dan la vida por su esposa e hijos. Gracias por tu compañía, enseñanzas, correcciones fraternas, palabras de aliento y capacidad de escucha. No conocimos palabras equivocadas ni estallidos de furia incontrolable, por el contrario, fuiste paciente, alegre y divertido, y eso nos dejó grandes enseñanzas. Nos ayudó a conocer el verdadero sentido de la vida.

Ambos estarán en lo profundo de nuestros corazones.

***

 

Vivian Forero Besil

Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. vivian_forero@hotmail.com

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