Blogs LaFamilia.info - 18.05.2015
Cuando leo cosas que afirman que las personas son más felices o viven más fácil sin hijos, me asalta una duda: ¿cómo alguien puede afirmar que es más feliz o es más fácil la vida sin hijos cuando no los tiene?
Tengo 40 años. Me casé hace 11 años. En este tiempo he recibido con los brazos abiertos a mis 3 hijos, dos mujeres y un varón. Cada uno de ellos ha representado el anhelo de formar a tres seres humanos, de educarlos, de velar por su bienestar, su salud, su educación, su vida y para que sirvan a otros seres humanos, centrados en el amor, el respeto, la solidaridad; útiles para este mundo convulsionado.
Trabajo y mi salario se centra en cubrir las necesidades de mi familia. Tengo un apartamento, un carro, nunca ha faltado el mercado, pago servicios, colegios y jardines infantiles. Con mi esposa e hijos hemos viajado (a veces por tierra, otras en avión) y compartimos juntos siempre. Es decir, lo mismo que una persona que decidió no tener hijos tiene y hace y como muchos padres de familia.
Con mi esposa vamos a cine, comemos en un restaurante o simplemente damos una vuelta y nos tomamos un café. No importa si es caro o barato, lo que importa es estar juntos y compartir, mantener esa chispa encendida. Nos vemos con amigos y familiares, incluso hemos viajado solos. Y con los niños igual: un parque, la ciclovía, el apartamento de la abuela o el Eje Cafetero. En otras palabras, sí tenemos vida, sí tenemos amigos, sí viajamos, lo mismo que hace una persona que decidió no tener hijos.
No gano millonadas: simplemente, como muchos padres de familia, he aprendido a manejar el dinero, a administrarlo de forma eficiente, cosa que mucho soltero o parejas sin hijos (por su propia voluntad) no hacen. Pero administrar el dinero bien es fruto de la conciencia que nos dan las prioridades de la vida: en el caso de los padres de familia, sus hijos, aunque algunos no lo tengan en cuenta. No siento a esta altura de mi vida que me haya privado de nada material.
Como miles de padres de familia, somos felices cuando estamos con nuestra familia, así sea en el restaurante caro o compartiendo una promoción de pollo en PPC. Podemos ir a Cartagena a disfrutar de las playas, como también gozarnos un paseo a Mesitas del Colegio, a una finca hermosa llena de pájaros y flores de todos los colores.
En un blog titulado “¿Es más fácil sin hijos?”, la autora menciona: “Hasta el momento no pienso tener hijos – cuenta Alexandra- . “Esto implicaría dejar a un lado muchas metas que tengo trazadas y no estoy dispuesta abandonarlas”. Algo que enseña la paternidad (y la maternidad) es a vencer ese egoísmo propio del ser humano, a pensar solamente en el beneficio propio. Y eso no significa dejar de lado las metas personales, por el contrario, se alcanzan una por una, porque ellos, los hijos, son un aliciente, una fuerza interior y real, más fuerte que el egoísta “son mis metas, soy yo”, porque precisamente se traducen en “son nuestras metas, somos nosotros”. Esa es la diferencia.
En ese mismo escrito se asegura que no se puede garantizar la seguridad en el colegio ni en la casa. ¿Y sin hijos si? Si eso fuera así solo nos matarían o atracarían a los padres de familia. También indica que nada le garantiza que ese hijo estará con usted en la vejez. ¿De dónde sale ese concepto? ¿Un hijo es para velar por su vejez? Con todo respeto se equivoca, un hijo debe formar su vida, salir, buscar su futuro, construir y realizar su proyecto de vida, no quedarse a su lado siempre.
Nelson, alguien a quien el escrito cita, afirma que es un “loco el que tenga hijos”. Sí, es una hermosa locura tener hijos, amarlos, entregar la vida, vivir, respirar, sentir por y para ellos.
Respeto la decisión de aquellas personas que por propia voluntad deciden no tener hijos por “sus metas, sus apartamentos, sus viajes y sus joyas”. Pero que no consideren que son más felices y mejores sin hijos. No los tienen así que no saben si es mejor o más fácil. Son felices con sus cosas; nosotros, los padres de familia, somos felices con nuestros hijos, con nuestras cosas, con nuestras metas.
No los voy a invitar a que tengan hijos, pero si los animo a que miren con respeto a quienes los decidimos tener. Yo vivo feliz entre sonrisas, pañales, juegos y mimos; alegre entre personas. Los que decidieron no tenerlos lo son entre sus cosas. Cada cuál en su rollo…
Imágenes tomadas de: www.cem.org.br
***
Esposo y padre de familia. Comunicador Social y Periodista. Magister en Educación con Énfasis en Desarrollo Humano y Valores. Diplomado en Familia. Profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. Investigador, consultor y gestor de proyectos en Comunicación, Familia e infancia.
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. - Twitter: @jcdiazbohorquez
Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Twitter: @jcdiazbohorquez
Cada vez es más usual que los niños reciban como regalo un celular (móvil en algunos países). Todos los niños quieren un aparatito de esos, sofisticado, de los más “inteligentes”, y algunos padres de familia nos planteamos si debemos comprárselo o no.
Un teléfono móvil puede ser una gran herramienta para entretenerse y para el aprendizaje, pero hay que saber administrarlo. ¿Qué debemos tener en cuenta? ¿Hay una edad adecuada?
No tan pequeños…
En Colombia un estudio de la Fundación Telefónica reveló que el 42 por ciento de los niños de 6 a 9 años de edad tiene un celular. Dicha edad, según expertos en sicología infantil, no es correcta para darle un móvil a un menor pues sus niveles de responsabilidad y de detección de riesgos en las comunicaciones digitales no son lo suficientemente sólidos o bien formados.
De acuerdo con la Regla 3, 6, 9, 12, la edad más adecuada para que los niños tengan en sus manos un celular es a partir de los 12 años y casi siempre es provocado para evitar un rechazo social y quedar incomunicados por la entrada de WhatsApp, el servicio de mensajería instantánea más utilizado a partir de esa edad. Es cierto, no entrar gradualmente a esos grupos o a redes sociales implicaría no estar conectado con el resto de su grupo de pares.
Se recomienda que antes de comprarle el celular a sus hijos, los padres de familia se pregunten si en vital que se lo compren, para qué se necesita y si consideran que su hijo tiene la madurez y la responsabilidad necesaria para su uso porque son muchos los riesgos que se pueden llegar a correr.
¿Qué riesgos existen?
El aparato no es un problema como tal. Lo problemático son ciertos hábitos y contenidos que conlleva el dispositivo, para lo cual, como padres, debemos mantener la alerta máxima. Veamos algunos:
Mal manejo de la intimidad: como hemos visto en otros escritos, el sexting es uno de los problemas que se puede presentar; también se pueden tener problemas por publicar información privada o muy comprometedora en las redes sociales.
Incomunicación: suena contradictorio y hasta extraño, pero así como el celular facilita la comunicación en ocasiones puede generar todo lo contrario cuando los niños no tienen normas como no usarlo en la mesa cuando se cena en familia o dejarlo a un lado cuando se pasa tiempo con los padres, hermanos, familiares y amigos.
Poco descanso: cuando no existen normas claras el niño puede permanecer hasta altas horas de la noche “pegado” al aparato lo que genera poco descanso, malos hábitos de alimentación y sueño. Este fenómeno se conoce como “vamping”.
Por estas situaciones los expertos aseguran que la edad recomendada es a partir de los 15 años de edad, en donde los niños ya son capaces de utilizarlo de forma más responsable, pero eso no significa que no se corran riesgos y la orientación de los padres de familia es fundamental.
Tenga en cuenta…
Dejar de lado y apagar el celular cuando lleguen a casa. Es importante que los niños sepan que una vez entran a casa se debe vivir al máximo el tiempo con la familia. Apagarlo, además, les evita ansiedad por esperar que los llamen o mirar si les llegó un nuevo mensaje.
La privacidad es una lección que debemos enseñarles. Es bueno que los niños sepan proteger su intimidad y privacidad evitando publicar contenido inadecuado propio o de otra persona.
El ejemplo que podamos darles juega un papel fundamental. Es el mejor maestro: no le pidamos a nuestros hijos lo que no somos capaces de hacer. Cuando lleguemos a casa apaguemos el aparato y dejemos la oficina atrás. ¡Vivamos con nuestros hijos el tiempo valioso en familia!
Los dispositivos electrónicos, como el celular, son una maravilla y nos facilitan muchas cosas. Pero debemos aprender a utilizarlos y ayudar a nuestros hijos a hacer un uso seguro, constructivo y responsable.
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
Blog: www.jcdiazbohorquez.wordpress.com
Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver perfil
Para muchos la familia y el colegio son dos instituciones que deben trabajar cada una en lo suyo. Lo cierto es que tanto la familia como la escuela cumplen un papel fundamental en la formación de la persona humana.
Un estudio realizado en el 2012 buscó indagar qué aspectos tenían en cuenta los padres de familia al momento de escoger el colegio para sus hijos. Y en orden de importancia el primer lugar lo obtuvo la planta física, seguido del bilingüismo, las electivas (deportes, artes) y en los últimos lugares estuvieron el proyecto educativo (PEI) y la planta profesoral.
Esos resultados son evidencia suficiente para asegurar que para muchas familias el tema del colegio es un asunto que se resuelve con buenos edificios, inglés y natación y los aspectos fundamentales, como qué identidad tiene el colegio, cuáles son sus principios, modelo pedagógico y vocación, apoyada por un grupo de docentes que además de cartones debe saber enseñar, no tienen mucha importancia.
Es bueno recordar que la función educativa de la familia es esencial, original y primaria que se deriva de la transmisión de la vida y que no puede ser sustituida por nadie. El colegio no es sustituto de una tarea que les corresponde naturalmente a los padres de familia.
El colegio, palabra que viene del latín collegium (asociación de colegas, que estudian juntos), debe estar a la altura de esa responsabilidad: apoyar la función educativa de la familia, impartiendo conocimientos adecuados, enfocados hacia la verdad, respetando el ideario de papá y mamá.
Lastimosamente muchos padres de familia se desconectan del diario vivir de sus hijos en el colegio, “porque para eso pago una pensión, para que los formen”, delegando totalmente la educación para la vida, ajenos a muchas situaciones que hoy día, para nuestro pesar, algunos colegios hacen de manera equivocada, aprovechando el distanciamiento familia-hijos-colegio.
Un colegio debe ser ejemplo de relación con los padres de familia, respetando la educación y el ideario de los padres, ayudando, no imponiendo. Y además deben ser modelo, pero no ocurre siempre.
Colegios que buscan desconocer la naturaleza humana no son los llamados a enseñar biología ni ciencias; colegios que manipulan frases y conceptos de científicos, teólogos, escritores y demás para vender una idea y acomodar sus intereses, no pueden enseñar literatura ni investigación; colegios que matonean y hostigan a los padres de familia, incluso llamándolos a sus propias casas, porque no están de acuerdo con sus iniciativas, no pueden enseñar respetos, ni derechos, ni tolerancia, tres aspectos que quieren imponer a la fuerza (¡vaya contradicción!); colegios cuyas rutas se atraviesan, utilizan carriles prohibidos o violan normas de tránsito y seguridad, no pueden enseñar sobre competencias ciudadanas; colegios que utilizan a los niños para promover anti valores no pueden enseñar ni llamarse colegio.
Y lo que describo antes sucede, ante el desconcierto de familias interesadas y el desconocimiento de otros que no tienen ni idea de lo que el colegio de su hijo hace o busca hacer. Estos colegios se aprovechan de los vacíos, de la incomunicación en todo sentido, de la fragilidad humana, estatal, legal de la familia colombiana para deformar, dañar, engañar.
Y eso ocurre además en algunos centros “artísticos”, de espectáculos preparados por y para niños, que forman en baile y canto pero deforman en identidad. Y lo peor: a consciencia de sus directivos, que son expuestos en los medios como “formadores” de nuevos talentos y que piensan en la niñez, cuando precisamente acaban con ella.
Cuidado padres de familia. Escoger el colegio debe ir más allá de la cancha de fútbol, los buses último modelo, del bono, del inglés y de la sala de computo abarrotada de IMac. Escoger colegio es depositar la confianza en una institución para que de una mano, desde su saber, a la función educativa que nos corresponde.
Tener claro el tipo de educación que queremos para nuestros hijos, informarnos, mirar opciones y sobretodo hacer permanente seguimiento a las actividades del colegio, teniendo en cuenta que siempre guarde similitudes con el ideario y pensamiento de casa, ayudan a evitar que uno que otro colegio se descarrile e intente, a punta de fuerza y hostigamiento, reemplazar algo que solo nos corresponde a nosotros.
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
Ver más artículos de este autor
Blogs LaFamilia.info - 10.03.2015
El tema de la libertad de expresión es un asunto que genera debates, polémicas y posiciones extremistas de aquellos que buscan que nadie pueda expresar nada, y otros que desean una libertad de expresión que raya en el libertinaje expresivo.
El reciente caso de la revista Charlie Hebdo, muy conocido por todos, abrió nuevamente ese debate en donde gobernantes, líderes políticos, medios de comunicación, periodistas y personas del común rechazaron lo que se denominó como “un atentado contra la libertad de expresión”. Personalmente no creo que se tratara de eso, creo que se trató de un ataque de unos extremistas contra una malintencionada publicación cuyos extremistas caricaturistas vivían de dibujar ofensas y ataques contra el pensamiento y las creencias de algunas personas. Es condenable ese ataque desde todos los puntos de vista, pero también es condenable que, amparados en la libertad de expresión, algunos medios abusen, denigren, ofendan y de manera recurrente tergiversen y desinformen. Las libertades tienen unos deberes…
Francisco es muy mediático y espontáneo. Y los medios parecieran que se aprovechan de eso... Foto: Aleteia.org.
Vayamos a un caso recurrente en donde los medios abusan, tergiversan y acomodan la información, basados en la libertad de expresión y opinión, pero no tienen en cuenta la máxima de un periodismo serio y responsable: su fidelidad a la verdad. Y ese caso es cuando el Papa se expresa.
Francisco comunica de manera permanente. Es una persona muy humana, cercana, auténtica y espontánea. Expertos en temas de comunicación resaltan sus capacidades comunicativas tanto en lo verbal como en lo no verbal. Por otro lado, algunos comunicadores y medios, entrenados para desinformar, inventan, reinterpretan y hasta ponen en boca del Papa palabras que nunca ha dicho, fuera de contexto. Incluso escogen palabras que copian y pegan de un medio y de otro, confundiendo, alarmando, asustando.
¿Recuerdan el tema de los católicos y los conejos? La frase de Francisco fue “Algunos creen que, disculpen la palabra, eh, que para ser buenos católicos tenemos que ser como conejos”. De inmediato los medios reaccionaron y abrieron sus telediarios, publicaron en las páginas principales de los periódicos esa declaración, sin contexto, sin un análisis serio, responsable, solamente amparándose en una frase sin tener en cuenta la pregunta y especialmente el ambiente temático desde el cual se originó que abordaba el tema de la paternidad responsable, de “la generosidad de tantas familias que ven en cada hijo un tesoro”, de los problemas que trae la disminución de hijos. Todo eso en coherencia con lo expresado por el Sumo Pontífice el 28 de diciembre en el Aula Pablo VI con la Asociación Nacional de Familias Numerosas de Italia con ocasión de su 10° aniversario: “la presencia de las familias numerosas es una esperanza para la sociedad”.
Francisco es muy coherente, a quien le gusta expresarse con analogías, con mensajes limpios y sencillos que buscan llegarle a católicos y no católicos. Y eso es aprovechado por medios y periodistas que buscan erosionar la fe y las creencias de millones de personas en el mundo. ¡Qué lástima utilizar la comunicación para eso!
El Vaticano, especialmente el Papa, son fuente de mucha información a diario. Y hay que saber escogerla... Foto: Juan Camilo Díaz
Antes de asombrarnos con unas declaraciones del Papa es mejor verificar la información. Luisa Restrepo, periodista colombiana radicada en Santiago de Guayaquil, publicó en su blog una serie de tips a tener en cuenta antes de creer lo que los medios dicen que dijo el Papa que considero útiles para todos nosotros:
1. Cuando leamos un artículo, noticia, infografía o lo que sea que diga “lo dijo el Papa” o “el Papa afirma que…” hay que mantener la calma y no compartirlo en redes de inmediato. Debemos verificar la información en la web oficial del Vaticano (http://w2.vatican.va/content/vatican/es.html) o en medios católicos confiables como ACI Prensa (www.aciprensa.com) o Aleteia (www.aleteia.org/es).
2. No debemos seguir perfiles falsos del Papa en las redes sociales. Los canales oficiales son Facebook (https://www.facebook.com/news.va.es) y Twitter (https://twitter.com/Pontifex_es).
3. Una vez verificada la información, ¡ahora sí a compartirla! No olvidemos citar la fuente, ya que le da solidez a la publicación.
Tenemos la enorme tarea de ayudar a otros a que aprendan donde realmente encuentran información confiable y cierta del Papa, de sus declaraciones y de sus actividades y así evitamos que la libertad de desinformar reine impunemente.
Y de esta manera, además, sabremos que lo que el Papa quiso decir fue…
***
Esposo y padre de familia. Comunicador Social y Periodista. Magister en Educación con Énfasis en Desarrollo Humano y Valores. Diplomado en Familia. Profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. Investigador, consultor y gestor de proyectos en Comunicación, Familia e infancia.
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. - Twitter: @jcdiazbohorquez
Podemos pensar que es asunto de otros, que eso a nosotros no nos pasará; pero todos, absolutamente todos podemos ser víctima del cibermatoneo. Y los más frágiles son los niños.
El alto consumo de televisión por parte de los niños; la pésima programación que abunda en los canales nacionales y la necesidad de abrir espacios familiares y sociales, hace urgente que reconsideremos el consumo de televisión que actualmente tenemos.
Suena duro lo que voy a expresar, y me adelanto a excusarme con profesores, investigadores y amigos de la televisión que han sido tan generosos conmigo y mis estudios sobre el tema, pero llegó la hora de “desnarcotizarnos” de la televisión, el mueble más influyente, la niñera electrónica, que se apoderó de nuestros hogares, incluso del gimnasio, del café, del restaurante y hasta de los asientos de los vehículos y no hay quien la saque.
Y me refiero a “desnarcotizarnos” ya que la televisión es una especie de heroína que entra por los ojos y oídos, adormece, hipnotiza y genera una adicción con sus imágenes cada vez más nítidas, su sonido envolvente, su delgadez armoniosa y sus múltiples posibilidades convergentes. Me explico: el TV ya no solo sirve para ver TV; ahora en esa bendita pantalla de 22, 32, 42, 50 y más pulgadas, plano o curvo, podemos disfrutar videojuegos hasta el éxtasis; deleitarnos con música; navegar en Internet; recordar bellos momentos fotográficos y hasta decorar una insulsa zona social del pequeño apartamento donde vivimos.
Ahora bien, existen otras pantallas (celulares, Internet, tabletas) que han logrado robarle tiempo al consumo de TV. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta que los niños pasan más de 2.5 horas diarias frente al TV (17.5 horas a la semana, 70 horas al mes, 840 horas al año) y que para la mayoría de los hogares la TV es muy importante e indispensable. Incluso, los estudios de la extinta CNTV, ahora ANTV, que NHNTV (No Hace Nada por la TV), indicaron que en Colombia existe un televisor por cada miembro del hogar, lo que evidencia aún más lo que representa para las familias este aparato que incluso es el que determina la decoración alrededor suyo. Es que tiene los espacios más privilegiados y las paredes más blancas a su disposición a pesar de los realities predecibles, las malas voces, los presentadores gritones, los periodistas protagonistas, los jurados fríos, los capos y más capos, los Tinos, Higuita´s y demás, acompañados de noticieros cada vez más vacíos y programas de concurso menos interesantes.
Creo que lo anterior es evidencia suficiente del poder que tiene la que para mí sigue siendo la reina de los hogares: la televisión.
Los niños, esos indefensos seres, expuestos a novelas coreanas, mexicanas, colombianas a toda hora, tienen que ir a canales internacionales para ver televisión de calidad producida para ellos ya que los canales privados colombianos no tienen nada que ofrecerles y ninguno de nosotros se inmuta para decirles que la franja infantil de Señal Colombia y de algunos canales regionales es un calmante en medio de la tragicomedia nacional llevada a la pantalla chica.
Si, sentarse cómodamente en el sofá a ver TV es un plan de ensueño, que nos quita tiempo, nos adormece, nos hace decirle al niño “ahora no, estoy viendo un programa”; que hace que el niño se comporte como el Sayayin, como la Violetta o quiera quedarse en casa simplemente esperando a que el día termine y que sus padres lleguen a casa cansados, después de horas de trabajo y horas en el miserable trancón, hechos despojo, deseando simplemente ver televisión y no hacer nada más.
¿Y las tareas? ¿Y el juego? ¿Y el parque? ¿Y la cena familiar? ¿Y la cometa? ¿Y la pelota? ¿Y la lectura? ¡Bah! Eso no importa ni interesa si tengo la televisión.
Arranquemos de tajo esa adicción televisiva. Apaguemos la tele, incluyendo sus bondades (los contenidos buenos, su mezcla audiovisual y mucho más) y comencemos a rehabilitarnos. Sudaremos, sentiremos un frío terrible, temblaremos, pero es parte del proceso.
Abramos espacio a otras actividades, pasemos más tiempo en familia, dialogando, jugando, leyendo, amando. Con el tiempo, rehabilitados, prenderemos el TV para verla como un medio más de entretenimiento y no como el centro de nuestras vidas.
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
***
Esposo y padre de familia. Comunicador Social y Periodista. Magister en Educación con Énfasis en Desarrollo Humano y Valores. Diplomado en Familia. Profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. Investigador, consultor y gestor de proyectos en Comunicación, Familia e infancia.
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. - Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver más artículos de este autor
Blogs LaFamilia.info - 23.01.2015
Según varios estudios realizados en Estados Unidos, la televisión, la cultura pop, las divas musicales y las revistas juveniles, entre otros, son los causantes del temprano inicio sexual de las niñas, de la visión de la mujer como objeto y producto sexual y de cierta complacencia con la pornografía hardcore.
En los últimos tiempos es usual escuchar a los padres de familia que tienen niñas afirmar que su hija de 9 años “hace tiempo dejó las muñecas, ahora le gustan otras cosas”, o que “ya no le gustan las muñecas, ni Minnie, ni la Barbie, ni nada de eso, ahora es Violetta, Lady Gaga, Rihanna y esas locas”.
En un documental de la reconocida National Geographic (NatGeo), titulado “Inocencia perdida”, se aborda el polémico tema de la sexualización infantil, especialmente en las niñas, a quienes desde muy tempranas edades (entre 6 y 7 años de edad) las comienzan a bombardear desde todos los frentes posibles con mensajes en donde el culto al cuerpo, el sexo como centro de la existencia humana y el cuerpo femenino como objeto y mercancía sexual son el punto temático. Y lo niños no escapan a esos mensajes, ya que para ellos se tienen mensajes en donde la mujer hace lo que sea, sexualmente hablando, con tal de tener a su “macho” contento, a su lado.
Profesores de diferentes universidades de Estados Unidos han dedicado años al estudio de cómo la cultura actual fomenta que los niños inicien su vida sexual desde muy pequeños. Y en el centro de esa cultura se encuentra la televisión que con sus series, novelas, realities y demás, se ha dedicado a promulgar una distorsionada y lamentable visión de la sexualidad humana en donde la irresponsabilidad, el “yo quiero y puedo porque es mi cuerpo”, “la vida es pa´gozarla” y hombre con hombre-mujer con mujer-en el mismo sentido y por el lado contrario, son el pan de cada día.
Y otro aspecto importante, destacan los investigadores, es la cultura pop. Las reinas, princesas, divas y vagabundas del pop, con sus cuerpos expuestos, sus líricas y videos cargados de contenido sexual, en donde priman senos y traseros por encima de la calidad artística, invaden permanentemente los medios de comunicación, especialmente la televisión, y son elevadas a la categoría de “inmortales” por canales y revistas.
Los expertos, al mirar casos como Lady Gaga, Miley Cyrus o Kate Perry, afirman que en un mundo que ha convertido al sexo en el eje de la existencia, que ha primitivizado la sexualidad humana, pues la única manera que ellas tienen para sobresalir y mostrarse al mundo, es precisamente eso: mostrarse.
¿Qué mensaje creen que reciben sus hijos cuando ven esto? Estas imágenes son tomadas del videoclip de la canción “Californian gurls” de Kate Perry.
La incitación sexual y el doble sentido hacen parte de la cultura pop actual.
¿O qué se puede llegar a pensar cuando la ex princesa Disney Hanna Montana, dulce, soñadora y femenina, hoy día es sexual, explicita y pornográfica? Y no exagero, ni soy mojigato, ni cavernícola ni retardatario, como afirman quienes más que argumentos tienen ofensas, simplemente me apoyo en el sentido común: mi hija de 10 años viendo a su Hanna convertida en Miley Triple XXX. Y los más grandes artistas, de antes y ahora, han criticado a la Montana por su actitud, que en palabras de su padre es hacer parte del “bussiness show”.
El juego sexual y las provocaciones hacen parte de la estrategia para que Cyrus sea notoria en el mundo.
Un estudio realizado por el Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana, en la cual se entrevistaron a cerca de 10.000 niños y niñas de todo el país, indica que la edad promedio en la cual las niñas colombianas inician su actividad sexual es a los 13 años de edad. Y entre los aspectos que llevan a que eso sea así está el entorno social y mediático.
Padres de familia: ahora más que nunca debemos ser mediadores del consumo mediático de nuestros niños. Debemos orientarlos, guiarlos, ayudarlos, enseñarles a ser críticos de lo que ven, lee, escuchan, navegan y videojuegan.
Las princesas Disney ahora son estrellas sexuales sin límite y respeto, se quiere normalizar la confusión sexual (algunos lo llaman “orientación”…); el cuerpo humano, especialmente el femenino, se trivializa y se mercantiliza como objeto sexual que hay que poseer; el cuerpo femenino se vende en portadas de revistas como productos en supermercados y librerías (algunos lo llaman “progresismo”…) y a los niños se les inculca que deben ser potencias sexuales de una mujer que tiene su cuerpo y sexualidad para retenerlo. Y ni hablar de los vestidos de baño para las niñas entre los 6 y 10 años de edad con relleno de espuma para que se vea como busto o de las fiestas infantiles en spa, en donde las maquillan, las peinan, las visten para que luzcan hermosas para los niños de la fiesta.
Ese es el panorama, esa es la realidad. Los padres de familia y educadores tenemos una enorme tarea por delante. La sexualidad es una hermosa dimensión de la persona humana, que se debe abordar con respeto, responsabilidad y madurez.
Y a los niños debemos dejarles ser niños, inocentes, creativos, alegres, y no adelantarlos a la fuerza.
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
***
Esposo y padre de familia. Comunicador Social y Periodista. Magister en Educación con Énfasis en Desarrollo Humano y Valores. Diplomado en Familia. Profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. Investigador, consultor y gestor de proyectos en Comunicación, Familia e infancia.
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. - Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver más artículos de este autor
Blog: www.jcdiazbohorquez.wordpress.com
Imagen tomada de: microscienceperu.blogspot.com
Debemos partir de la certeza que en las redes sociales, especialmente Facebook, no solamente están sus amigos y conocidos. También se encuentra gente mala, muy, pero muy mala.
Los padres de familia vivimos orgullosos de nuestros hijos. Como la familia es el único lugar en donde se ama realmente a la persona por lo que es, pues amamos a nuestros hijos de una manera increíble, a tal punto que nuestro Facebook está destinado y dedicado, en muchos casos, a exaltar la belleza, capacidades, destrezas y actividades de los menores (hijos, sobrinos).
Sin embargo, publicar información y/o fotos de los chiquitines puede ser muy peligroso ya que no podemos saber a ciencia cierta quienes las van a ver y para qué las pueden utilizar (pornografía por ejemplo…). Por ese motivo es necesario que tome atenta nota de estas 10 normas que debe tener en cuenta antes de publicar imágenes de sus hijos y/o sobrinos en las redes sociales:
1. Jamás se debe ver en la foto los lugares, como colegio o parques, que el menor de edad frecuenta. Esto le daría señales a los criminales de los lugares donde lo pueden encontrar.
2. Evite publicar imágenes en donde el menor aparezca al lado del automóvil y mucho menos que se vea claramente la placa.
3. Esta es de sentido común: evite publicar información, además de la imagen, en donde indique nombre, apellido y edad. Incluso sea cuidadoso para que el archivo original no contenga esa información.
4. Nunca publique información que contenga las actividades y los horarios del pequeño. Por ejemplo: “Hoy clase de arte a las 5 pm en La Calleja”.
5. Por favor evite comentarios sentimentales. Me explico: si está de viaje no publique una foto en donde el texto sea algo como “los extraño mucho, ya el sábado nos veremos”. Eso es decirle a los criminales: “sigan, adelante, están solos. ¡Y hasta el sábado!”.
6. Como está de moda geolocalizar las imágenes que tomamos con celulares y tabletas, es recomendable que desactive esa herramienta ya que le está dando información de más a los malandros.
7. Esta es muy lógica: por favor no publique imágenes en donde el niño o niña aparezca con el uniforme y el escudo del colegio en donde estudia. ¡Y mucho menos si el menor aparece en ropa interior o vestido de baño!
8. Advierta a familiares y amigos para que no comparta la información si usted de repente se pasó de comunicador…
9. Tenga en cuenta que una vez publicada la información ya es PÚBLICA, es decir que desde ese momento es IMPOSIBLE borrarla.
10. Una pregunta antes de publicar: ¿tengo el derecho, o por lo menos es responsable, publicar información de mis hijos o sobrinos sin su consentimiento? ¿Te gustaría que alguien publicara tu vida en la web?
Lamentablemente debemos tener en cuenta que en Internet abundan los malos, los criminales, que se aprovechan, en muchos casos, de nuestra inocencia e ingenuidad. Queremos exaltar a nuestros hijos y sobrinos, pero eso tiene sus riesgos. Por eso hay que ser cuidadosos.
Creo que se escapa una norma 11: así como cuidamos a nuestros niños en el mundo real, en la calle, así de precavidos debemos ser en el mundo virtual…
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
Esposo y padre de familia. Comunicador Social y Periodista. Magister en Educación con Énfasis en Desarrollo Humano y Valores. Diplomado en Familia. Profesor investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana. Investigador, consultor y gestor de proyectos en Comunicación, Familia e infancia.
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. - Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver más artículos de este autor
Blog: www.jcdiazbohorquez.wordpress.com
Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver perfil
Que reyes, modelos, cantantes, motociclistas, domadores de animales, actores y otros no se casen o que sus matrimonios duren lo que dura el cubrimiento mediático no es argumento para afirmar que el matrimonio pasó de moda.
Es usual que en los diferentes medios de comunicación, medios que viven del rating, la audiencia y la venta de ejemplares, afirmen que el matrimonio pasó de moda. Pero eso no es lo alarmante: lo que aterra es que esa aseveración, que ocupa sus portadas y con la que abren sus emisiones, evidencia un profundo desconocimiento de lo qué es y representa la institución matrimonial como bien útil para la sociedad.
¿Bien útil para la sociedad?, se preguntarán los periodistas de entretenimiento, quienes usualmente cubren estos temas y cometen la ligereza de afirmar que estamos ante el ocaso de la institución matrimonial en el mundo occidental gracias al “ascenso de la mujer en la sociedad ya que el acceso de ellas a la educación y al campo laboral ha hecho que tengan un proyecto de vida con mayores oportunidades en comparación con las mujeres del pasado, a quienes les esperaba el matrimonio y una existencia como amas de casa”, como lo afirmó una reconocida revista semanal. Craso error de quien escribe la nota puesto que fundamenta su argumento sobre la premisa de “mujer soltera empleada en empresa es feliz” y “mujer casada, mamá y dedicada a su familia es infeliz”.
Vale la pena recordarles (y a algunos enseñarles) que el matrimonio no es una cosa que se inventó de la noche a la mañana. Es fruto de la reflexión y la experiencia milenaria de la humanidad, que de acuerdo con 53 intelectuales de diferentes ciencias y creencias reunidos en la Universidad de Princeton, representa un bien común, un bien útil para la sociedad (Ver: “El matrimonio, un bien común”).
Como vemos la institución matrimonial es más que dos personas que se unen en una inolvidable fiesta, llena de lujos, detalles, regalos, invitados y demás. El matrimonio, que es sobrenatural, es la unión libre y voluntaria de un hombre y una mujer, basada en el amor y sin límites en el tiempo. ¡Qué grandeza! ¡Unión, voluntad, complementariedad, amor y tiempo! ¡Cuánto significado encontramos en cada una de esas palabras que forman un todo: matrimonio!
Ahora bien, además de bien útil para la sociedad, que para algunos puede llegar a sonar gaseoso, la academia y la ciencia también han aportado con investigaciones serias, concretas, que evidencia, aún más, los beneficios del matrimonio:
Por ejemplo, un estudio realizado a 3,5 millones de personas en Estados Unidos, y presentado en la conferencia anual del American College of Cardiology que se celebra en Washington, la salud cardíaca está vinculada con el estatus conyugal. Dice el estudio que “para los casados, el riesgo de contraer cualquier enfermedad cardiovascular es un 5 por ciento menor en comparación con los solteros. Los riesgos de padecer enfermedades coronarias también fueron más bajos entre los casados en comparación con los viudos o divorciados.” (Ver aquí)
De acuerdo con Social Trends Institute, reconocida organización que aborda estudios sociales, del matrimonio y la familia, el compromiso matrimonial mejora la calidad de las relaciones de la pareja y de esta con los hijos, y las parejas casadas son más solventes que las parejas de hecho o las familias monoparentales. En contraste, los hijos educados fuera del matrimonio son más proclives a divorciarse o convertirse en padres solteros; el divorcio y los nacimientos fuera del matrimonio incrementan el riesgo de pobreza tanto para los hijos como para sus madres; además, el divorcio (o el no llegar a casarse) incrementa el riesgo de fracaso escolar en los hijos, quienes además sufren más ansiedad psicológica y más enfermedades psíquicas.
Y así, como los argumentos (¡estos sí lo son!) mostrados antes, podemos encontrar miles de razones a favor del matrimonio.
¿Cómo algo que representa y aporta salud, estabilidad, proyecto de vida, responsabilidad, unidad, lealtad, fidelidad, caridad, auto trascendencia, madurez, estabilidad y mucho más puede pasar de moda?
Pasan de moda las revistas, los tacones, los peinados, los artistas, las ideologías, los jeans, los ritmos musicales, etc., etc., etc., pero el matrimonio no, porque no es una moda: es un ser, sentir y vivir la vida.
Que el presidente de Francia ha tenido muchas novias y es infiel; que Brad Pitt y Angelina Jolie no se han casado (aunque los rumores afirman que tomaron la correcta decisión de hacerlo); que Shakira y Piqué no han contraído nupcias, que tal y tal viven en pareja, en fin, eso es una realidad pero no son argumentos válidos para afirmar que el matrimonio pasó de moda.
En definitiva el matrimonio no ha pasado y no puede pasar de moda. El matrimonio se mantiene como una institución de amor y libertad, sin tener en cuenta números, cantidades y celebridades, y mucho menos espacios en blanco de la próxima edición que deben ser rellenados de cualquier forma.
*Este artículo fue publicado en ElTiempo.com y se reproduce en LaFamilia.info con autorización del autor.
Ver más artículos de este autor
Blog: www.jcdiazbohorquez.wordpress.com