Las migraciones son tan antiguas como la humanidad, sin embargo actualmente emigrar es más frecuente debido principalmente a los avances de transporte, comunicación e informática del siglo XX y XXI. Emigración significa salir de un país o región determinada para dirigirse a otro distinto e inmigración, es la entrada a un nuevo país de personas que proceden de otro lugar. De manera que toda emigración lleva como consecuencia una inmigración.
Desde hace algunos años había querido escribir sobre mi experiencia como emigrante, sobre el reto que implica dejar la tierra donde se nació y construir un hogar fuera de familiares y amigos, además de adaptarse como es mi caso a otra lengua, cultura y forma de pensar.
Quizás antes no quería enfrentarme a esta realidad y en el fondo guardaba la esperanza de regresar. Ahora después de siete años de haber salido de Colombia, con dos hijos neocelandeses y otro en camino por llegar, siento que Nueva Zelanda ya es parte de mi historia y de mi futuro. Alguien me decía que entre más tiempo se viva en el nuevo país, hay menos probabilidades de querer regresar y esto en parte radica porque emigrar implica cambiar de cultura. “el nuevo estilo de vida genera cambios en la cultura y personalidad del que migra (también se dan cambios en los que se quedan) y cuando se vuelven a encontrar, las cosas son diferentes” expresa Laura Cremades en su artículo, la migración y las familias.
Por lo general, las familias o personas que migran lo hacen con el deseo de mejorar las condiciones de vida, ya sea porque se rechaza la situación inicial o porque hay nuevas oportunidades de estudio o trabajo. Por el contrario, los refugiados no eligen emigrar y son aquellos que han huido de su país de origen porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia o los conflictos internos de dicho país.
Aunque las situaciones de los inmigrantes y refugiados sean diferentes, en ambos casos la adaptación cuesta y no todo es tan ideal como muchos latinos piensan cuando emigran, por ejemplo a los Estados Unidos. “Lo más difícil de la adaptación fue el tener que volver a rehacer un núcleo de amigos y encontrarse profesionalmente, toma tiempo encontrar algo satisfactorio cuando se es profesional. Acá la Universidad donde fuiste no tiene ningún prestigio ni tampoco hay contactos profesionales, lo que implica bajar expectativas y empezar de cero… esto es duro”. Expresa Martha Calle, residente en Milwaukee, Estados Unidos y quien hace 30 años salió de Colombia.
Según una encuesta de Gallup en el año 2012, en el mundo hay 640 millones de adultos que les gustaría emigrar permanentemente a otro país. Un 23% de los encuestados dijeron preferir Estados Unidos como su mejor opción, un 7% respondió que su lugar ideal para vivir es Inglaterra. Otros países apetecidos en la lista fueron Canadá, Francia, Arabia Saudita, Australia, Alemania y España.
Inmigrar implica desprenderse material y emocionalmente, requiere fortaleza para comenzar una nueva vida y apertura para aceptar otros estilos de vivir. Quizás lo más difícil es dejar a los seres queridos y saber que hay que seguir mirando hacia adelante sin pensar en lo que se ha dejado. También se pueden experimentar situaciones de racismo o discriminación, muy comunes cuando las migraciones de cierta población son masivas. Para las madres un gran desafío es sacar a los hijos adelante sin tener ayuda doméstica o familiar, como dice Ethel Prayzler, colombiana y ciudadana canadiense desde hace 15 años “Lo más difícil como familia es tratar de poder hacerlo todo. Sin ayuda extra”.
Pero también hay ventajas y esto depende mucho del país al que se emigra o de las opciones que el emigrante encuentre o aproveche. “Para mi las grandes ventajas de emigrar han sido la falta de materialismo, la no influencia de la mafia en la educación, la oportunidad de ofrecerles a mis hijos una educación en buenas universidades de los Estados Unidos y hoy día verlos desarrollados como profesionales y con excelentes familias” comenta Martha Calle.
Durante estos siete años en Nueva Zelanda, mi familia y yo hemos visitado a Colombia en dos oportunidades y aunque extraño el calor humano, el clima, la comida y hablar español, siento que cada vez cuesta más adaptarme; como dice la canción de Facundo Cabral “No soy de allá ni de acá”, una experiencia de ambivalencia que muchos de los que han inmigrado comparten, porque emigrar influye y marca mucho la forma de ser y pensar.
No estoy en contra o a favor de la migración, cada familia tiene una misión particular a la que esta llamada, unos emigran para siempre, otros lo hacen solo por un corto tiempo, pero es importante que quienes desean emigrar tengan muy claro los motivos por lo cual lo hacen y estén dispuestos a lanzar sus alas sin miedo a lo nuevo o a las dificultades que deben enfrentar.
Nunca pensando que el camino será fácil, pues emigrar incluso para las aves migratorias es un viaje que requiere adaptación y coraje.
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Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Colombia. Ha trabajado en el portal Colegios virtuales y como Coordinadora del proyecto Código de Acceso del periódico El Tiempo y la Fundación Antonio Restrepo Barco. En el 2006 emigró a Nueva Zelanda donde terminó un diplomado y un posgrado en el área de Gestión Humana en la Universidad de Canterbury. Actualmente es madre de tres hijos y ciudadana Neozelandesa. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.