Por Jorge Yarce/Blogs LaFamilia.info - 15.03.2021

Las conversaciones de mucha gente son totalmente banales, y derivan hacia lo superfluo e irrelevante: modas, gustos, modos de matar el tiempo, en suma, cómo pasar la vida sin complicaciones y con el menor esfuerzo posible.

Jean Guitton llama a esto el “silencio sobre lo esencial”. Se habla de todo, menos de lo absolutamente necesario: la vida, la verdad, la muerte, el amor, la libertad, la justicia, el perdón, el servicio, la alegría, Dios, el dolor, el sacrificio, la esperanza, la pobreza de muchos, el hambre de tantos…Vivimos pendientes del parloteo sin sentido, y nos llenamos de cosas que nos ocupan las manos, los ojos, los oídos y la mente, y no nos dejan ver, oír o pensar, sentir o querer lo que verdaderamente necesitamos. 

“Por motivos de paz o de caridad se honra lo esencial con el silencio…hay temas de los que no hay que hablar. De esta suerte el silencio sobre la muerte es para el ser pensante una condición para su seguridad y su vida. Pero llega un momento en que este silencio sobre lo esencial ya no puede ser observado sin lesionar el deber de sinceridad y de verdad, sin poner en peligro el núcleo mismo de lo esencial. Entonces se siente que ese tan vivo respeto del hombre por el hombre, llamado justamente “respeto humano” (y que aconseja callarse sobre las esencias), no puede ser guardado sin tener mala conciencia” (J.Guitton).

Si callamos lo fundamental, el espacio lo ocupan los goles, las telenovelas, los crímenes, las malas noticias, las promociones de los centros comerciales, los delitos sexuales, las tarjetas de crédito, las calamidades de la naturaleza, etc. Como “el que calla otorga”, ese silencio cómplice puede ser asesino de lo más valioso que hay en nosotros mismos, lo que es absolutamente importante y casi siempre intangible. Lo podemos perder progresivamente, indoloramente porque nos volvemos insensibles esas verdades esenciales. Recordemos con Hellen Keller que “las cosas más emocionantes y bellas de la vida no se pueden ver, sólo se pueden sentir con el corazón”. Y el corazón lo tenemos ocupado con muchas cosas inconsustanciales capaces de robarle su tranquilidad y el orden de sus afectos.

El arma más peligrosa que puede deteriorar la convivencia, no es un suplicio, es el silencio sobre la verdad y sobre lo esencial, producido, a veces por el asedio de la radio, de la internet, de los celulares, de los videojuegos, de las pantallas que nos hablan todo el día, de los medios que muchas veces no dicen la verdad del todo porque no saben cuál es, o nos confunden cuando la dan incompleta, o sobre cosas insoportables que se vuelven el pan de cada día. Los medios nos condenan a vivir de las apariencias (domina lo que gusta, lo que se ve, lo que tiene rating, los horrores de la vida cotidiana) callando lo importante.  Lo importante son las malas noticias que dan con tanto entusiasmo. 

En el mundo de hoy estamos todos amenazados, no tanto por el terrorismo mundial, que es capaz de hacer una de las suyas en cualquier sitio a cualquier hora, sino por la conspiración del silencio. Como si dijeran: lo serio, lo intelectual, para la academia o para los libros; la fe para las iglesias; la reflexión sensata para los grupos esotéricos, o para uno que otro columnista que se atreve a hablar de esas cosas que, aparentemente, a pocos interesan aunque nos afectan a todos. 

Cuanto más entretenimiento y más juegos tenemos a la mano, mientras más concentremos nuestra atención en el tener, gozar, disfrutar, aparentar, fingir, lucir…menos posibilidades habrá de concentrarse en algo, en aquellas cosas por las que de verdad se vive o se muere. Le da mucho espacio a las emociones y sentimientos y muy poco al alma racional. Mientras más tengamos de lo superfluo, más “insoportable” será hablar del espíritu, la muerte, la vida o la esperanza, es decir, sobre lo fundamental que hace del hombre un ser personal con una capacidad casi infinita de conocer y de querer, que normalmente sólo usa el 10% de su cerebro o que puede tener seco el corazón. 

Necesitamos la voz de Esténtor, el gigante mítico cuya voz equivalía a la de 30 hombres, que hablaba a sus paisanos asediados por los enemigos para alertarlos sobre ellos, pero esta vez para que nos recuerde a voz en grito que debemos volver a poner en primer plano lo esencial, lo fundamental para nuestras vidas.

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Jorge Yarce

Phd en filosofía de la Universidad de Navarra y de la Universidad del Laterano (Roma), profesor universitario, escritor y periodista, conferencista y consultor internacional especializado en comunicación, liderazgo, ética y valores. Durante 22 años director del Instituto Latinoamericano de Liderazgo-ILL, del cual es cofundador y fue 22 años Presidente. Cofundador, de Promec Televisión y de la Revista ARCO. Fundador y director de la agencia nacional de noticias COLPRENSA, articulista en 10 diarios regionales colombianos, autor de 26 libros sobre persona, educación, familia, comunicación, televisión, liderazgo, ética y valores. Su últimos libros son los tres volúmenes titulados "Las olas y el mar" que recoge su "obra selecta".