La respuesta católica al «lobby trans»

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ReL – 08.05.2023

 

El pasado 30 de abril, el arzobispo de Oklahoma, Paul S. Coakley, publicó una serie de directrices encaminadas a orientar sobre cómo los católicos pueden enfrentar desde la firmeza pero también desde la caridad «el auge del movimiento transgénero, que trágicamente intenta promover y normalizar la transexualidad».

Se trata de un contexto en que la promoción y aceptación social del transgenerismo como movimiento se encuentra ampliamente asentado especialmente «por la creciente cobertura en medios de comunicación, el aumento de personajes transgénero en el cine o por los esfuerzos políticos para promover la ideología».

El resultado de estas presiones es demoledor: en Estados Unidos, el número de jóvenes que se identifican como transgénero se ha duplicado en los últimos cinco años.

¿Qué deben hacer -y cómo deben hacerlo- los católicos ante una concepción de la naturaleza «radicalmente opuesta» como es el transgenerismo? Dar respuesta a esta pregunta es el principal objetivo del documento publicado por Coakley, manteniendo la enseñanza de la Iglesia pero buscando al mismo tiempo contribuir a acompañar a todos los que sufren las consecuencias de la disforia de género, ya sea esta natural o generada externamente. Lo hace a través de 11 consejos:

1º Empatizar con sus víctimas y buscar su bien

En primer lugar, el obispo destaca que también quienes se identifican como transgénero son «creadas y amadas por Dios», siendo el primer mandamiento de los cristianos amarles «como a nosotros mismos», lo que significa «ante todo, querer y desear su bien».

En este sentido, destaca que lo que les sucede a quienes se definen como «transgénero» puede ser por motivos comparables a los que llevan a los católicos a «adormecer el dolor de no encontrar satisfacción».

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También los católicos, dice, «llenamos nuestras vidas y a nosotros mismos de trabajo, deseo de poder, sexo, alcohol, Internet y ruido constante en un intento inútil de satisfacer el dolor de nuestra alma o, incluso, como una forma de adormecer el dolor de no encontrar satisfacción. Algunos de los que sufren disforia de género buscan un respiro a su dolor identificándose como el sexo opuesto. Todos podemos empatizar con estas personas porque cada uno de nosotros, en nuestras circunstancias particulares, hemos intentado refugiarnos en algo distinto a Dios».

2º Comprender que son víctimas, no verdugos

El obispo también llamó a que la propia naturaleza caída de la persona «intensifica la falta de armonía interna», que en la situación actual de difusión del transgenerismo, aumenta la dificultad para «reconocer la bondad de nuestros cuerpos» y la «discordia dentro de la unidad de cuerpo y alma». Aspectos que «suelen experimentar» quienes luchan contra la disforia, sufriendo «sentimientos fuertes y persistentes de identificación con otro género y de incomodidad con el propio género y sexo».

En este sentido, y ante el «tremendo sufrimiento» que debe suponer dicha falta de congruencia, el obispo llama a acercarse a ellos «con gran compasión al buscar la verdad», así como a reconocer en ellos «el inmenso dolor»: según documentos que incluye el obispo en la sección recursos, un 40% de las personas que se identifican como transexuales han intentado suicidarse al menos una vez, el 47% ha sufrido agresiones y en general son más propensos a sufrir trastornos alimentarios, mentales o de abuso de sustancias.

3º La respuesta católica: no descartar su dolor, pero tampoco la verdad

Meditando en torno a la «respuesta católica» a la cuestión, Coakley llama a «evitar los extremos» errados, que resume en «ignorar el dolor de la persona y afirmar que el sexo biológico es el final de la conversación o descartar la verdad del cuerpo con la falsa esperanza de aliviar el dolor».

«Una respuesta católica debe afirmar el sexo dado por Dios y reconocer el conflicto de la persona que tenemos delante. Requiere escuchar con empatía, así como extender la invitación a recibir el don de Dios del cuerpo sexuado. En definitiva, significa invitar a la persona que sufre a rendirse a la verdad», agrega.

4º Ofrecer la verdad de forma oportuna a sus partidarios

«Estamos llamados a dar testimonio de la verdad y a hacerlo con gran amor. La mayoría de nosotros no acompañará directamente a alguien que lucha contra la disforia de género, pero puede interactuar con amigos o familiares que apoyan el tratamiento de afirmación y el movimiento transgénero. ¿Cuál es nuestro papel? La sanación requiere que hablemos de género y sexo de forma lógica y compasiva, haciendo todo lo posible por hablar desde la perspectiva del otro. El amor requiere que ofrezcamos la verdad en el momento y de la manera que sea adecuada a la relación para que la verdad pueda ser recibida.

5º A los católicos que apoyan las doctrinas LGBT

El obispo recuerda la advertencia de Benedicto XVI que recuerda que «sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo»: «Jesús ejemplificó el modelo de la verdad en el amor cuando se dirigió a la mujer sorprendida en adulterio, `tampoco yo te condeno. Vete, y no vuelvas a pecar´ (Juan 8,11). Debemos seguir su ejemplo de compasión centrada en la verdad».

6º Llamados a evangelizar la cultura, no a retirarse

También se dirige a los que se encuentran inclinados a retirarse de la labor evangelizadora sobre el movimiento LGBT. «Jesús nos lo recordó: `Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa´. En virtud de nuestro bautismo, somos enviados en misión a evangelizar la cultura», subraya.

7º A los católicos indiferentes

Por esto último, el obispo también se dirige a los católicos que contemplan esta labor con indiferencia, olvidando el llamado a las bienaventuranzas -«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»-. A ellos les recuerda que la indiferencia ante la realidad del transgenerismo también supone despreciar el intenso dolor que lo sustenta. Frente a la indiferencia, añade, «el compromiso compasivo fomenta la apertura a la verdad, pero exige que primero tratemos de comprenderla».

8º Acompañar a personas con disforia puede ser sanador

El obispo les transmite la consigna de que el compromiso «compasivo» es especialmente importante si se acompaña a alguien que lucha contra la disforia de género: «Acompañar a alguien que sufre puede ser sanador en sí mismo. Debemos tener siempre presente la plenitud de nuestra persona y la vocación que Dios nos ha dado de amar de verdad. Todos estamos heridos y, si hemos confiado plenamente nuestras vidas a Cristo, podemos compartir con autenticidad cómo, a través de la lucha y el dolor, podemos presentar nuestras heridas a Jesús, quien, en definitiva, lo hace todo para bien».

9º Para padres de hijos con disforia: amor, paciencia, humildad, empatía y respeto

Consciente de que «siempre es desgarrador ver a un hijo sufrir» y de que en este caso «no hay soluciones rápidas», el obispo remarca que «el amor incondicional, la paciencia y la humildad» son ingredientes necesarios para abordar esta dificultad y dolor de sus hijos. También les recomienda que se interesen y les pregunten «con delicadeza» -«no interrogarlos»- para entenderlos mejor -consulta aquí algunas preguntas de ejemplo-.

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A través de estas conversaciones sugeridas por el obispo pueden surgir otras que les ayuden a comprenderse mejor a sí mismos y a sentirse escuchados, conocidos y queridos: «Teniendo en cuenta que el género no constituye la totalidad de la vida o la identidad de nadie, estas conversaciones deberían ser sólo una parte de lo que los padres dialogan. Si un hijo no quiere participar en este tipo de conversaciones, respete su decisión, pero siga pendiente de él y ofrezca su escucha. Si un niño cree que uno de sus padres lo escuchará con empatía y sin juzgarlo, será más probable que comparta sus experiencias y preocupaciones».

10º Ser firmes pero flexibles

También a los padres les llama a que la comprensión y empatía no vaya en perjuicio de la verdad. Así, en el caso de los nombres o pronombres que quieran usar a la hora de referirse a ellos, el obispo llama a que «deben mantenerse los pronombres acordes con el sexo biológico dado por Dios al niño», si bien hay algunas estrategias para hacerlo más llevadero para el joven, como es el uso de apodos cariñosos -«vida, cariño, corazón, etc»-, capaces de «aligerar tensiones». «El amor incondicional requiere de límites y flexibilidad, y la compasión arraigada en la verdad del sexo biológico de su hijo es una buena guía para navegar por terrenos difíciles», destaca.

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11º Para quienes sufren disforia: «Ayudarles a conocer el amor de Jesús»

Por último, el obispo dirige la actitud de acogida de la Iglesia a quienes sin ser militantes activos del transgenerismo, sufren las consecuencias de la disforia: «Como Iglesia, queremos acompañarte en tu lucha contra la disforia de género, porque, como señala san Pablo: `Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él´. Queremos ayudarte a conocer el amor incondicional de Jesús y acercarte a Él en los sacramentos. Eres parte de la Iglesia, aquí perteneces y, de verdad, eres bienvenido. Rezo para que el Señor envíe a personas sabias y llenas de fe a tu vida para que te acompañen en tus luchas y a través de ellas. Pido a cada persona que esté experimentando esta confusión que confíe su dolor a Jesús», concluye.

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