Bernabé Tierno
13.04.2009
 

La pereza en el niño se manifiesta por una ausencia de reacción ante los diversos estímulos y se caracteriza por la tendencia a seguir siempre la línea del mínimo esfuerzo. Lo normal es que la pasividad sea una reacción más o menos pasajera ante determinados acontecimientos que han desbordado las posibilidades del niño al considerarse incapaz de lograr ciertos objetivos que considera muy difíciles o inalcanzables para él.

Las reacciones de pereza, pasividad y dimisión van en la misma línea que las reacciones de oposición, aunque son de signo contrario. La oposición es una conducta activa, mientras que la dimisión es pasiva.

El niño o el adolescente perezoso se muestra incapaz de reaccionar en todos los campos. Rehúsa cualquier esfuerzo físico o intelectual; a veces pierde el apetito; se hace menos comunicativo; duerme poco o mal y presenta diversos síntomas. Todos ellos con el mismo denominador común de la inseguridad. Los padres súper protectores y permisivos son los principales causantes del aprendizaje de conductas pasivas y en consecuencia de los hábitos de pereza privándoles de realizar casi todas las cosas por ellos mismos.

 

Origen depresivo

La depresión, en cuanto estado de ánimo que comporta esencialmente una disminución del tono psíquico y de la actividad física e intelectual, conlleva pasividad, va asociada a dificultades intelectuales y contribuye a fomentar o propiciar la pereza. Es decir, que a la pereza también se llega desde la depresión. El niño o adolescente con un temperamento deprimido tiende a presentar ciertas señales que no le impide llevar una vida dentro de la normalidad, pero que se caracteriza por un rápido desánimo y una permanente necesidad de ser alentado y estimulado. Casi siempre pasa por perezoso, pero en realidad es un niño tendente a los estados depresivos y por lo tanto debe ser tratado como tal.

 

Los padres y profesores observarán en estos casos un brusco descenso en el rendimiento escolar, falta de apetito, frecuentes crisis de lágrimas, rechazo de la diversión y de los juegos.

Pero debemos tener cuidado para no equivocarnos. Un estado depresivo se esconde algunas veces tras la máscara de una actividad tan desordenada y agitada como ineficaz e incomprensible. El diagnóstico y tratamiento debe correr, en todo caso, a cargo del psicólogo.

 

No confundir con lento

Es de capital importancia que padres y educadores profundicemos en este enunciado y comprendamos que los niños se desarrollan a distinto ritmo y con mayor o menor rapidez en las distintas esferas y niveles. Hay, por tanto, un amplio rango de diferencias enmarcadas dentro de lo normal.

Sin embargo, se dan muchos casos de niños que presentan un desarrollo lento bastante marcado, ya sea en lo físico, en lo intelectual o en lo emocional, afectivo y social. Esta lentitud puede conducir a encontrar especiales dificultades en la adaptación escolar. Las exigencias son cada vez mayores y las dificultades de los temas aumentan continuamente las presiones sobre el niño lento que, al no terminar las tareas de clase ni las pruebas de examen tan pronto como sus compañeros, se le clasifica como perezoso y en bastantes ocasiones como torpe.

El niño de desarrollo lento logra los mismos objetivos y adquiere los mismos conocimientos que un niño con nivel normal de actividad si le dejamos más tiempo para la realización de tareas y trabajos sin que por ello descienda el nivel de eficacia.

 

Pautas a seguir

  1. Reforzar los patrones de una conducta activa. Si se desea mejorar o aumentar determinadas acciones en el niño, conviene que a una conducta deseada le siga una recompensa.
  2. Infundir ánimo, confiar en él y estimularlo a superarse combinando bien las sugerencias que se le hacen. Apreciar las dificultades que entraña para un perezoso ser más activo y, al mismo tiempo, alabarlo calurosamente por cada pequeño logro, mostrando orgullo por sus nuevos éxitos.
  3. La fórmula adecuada es acercarse cada día un poco más al objetivo deseado. Enseñarle a cumplir un plan previamente trazado, de fácil ejecución, pero que se ha de seguir a «rajatabla». Evitar prestar atención a las conductas perezosas, sólo a las activas y esforzadas.
  4. Proporcionarle modelos activos que no se dejan vencer por la pereza, y que el niño perezoso compruebe las consecuencias negativas del comportamiento perezoso, claramente perjudiciales para él, y las ventajas de que goza el sujeto activo, dinámico y muy esforzado.
  5. Enseñarle habilidades de conductas más diligentes y activas. Hacer demostraciones de cómo se ha de iniciar de inmediato la acción y cómo programarse para aumentar la rapidez y, sobre todo, la efectividad.
  6. Siempre ha de resultarle provechoso el comportarse de manera más solícita, activa, diligente y participativa, y hay que procurar que no saque ningún beneficio de la conducta pasiva y perezosa.

 

Retrato robot

  • Apatía y desinterés emocional generalizado. El niño se muestra indiferente a todo. La risa y el llanto casi brillan por su ausencia.
  • No sabe describir qué es lo que le pasa ni a qué atribuir el estado de ansiedad que le aqueja con relativa frecuencia.
  • Permanece indiferente tanto a los premios como a los castigos y se siente incapaz de realizar el menor esfuerzo físico, y sobre todo, intelectual. La pereza escolar siempre está presente.
  • Se muestra inhibido. El desarrollo mental parece como si se paralizara y la maduración afectiva queda bloqueada. Evidentemente, a este estado de cosas siempre van ligados los trastornos de la memoria, de la atención y también de la concentración.
  • Aparecen los miedos y temores paralizantes.
  • Miedo a fracasar no sólo por la propia historia llena de fracasos y que se alimenta en el bajo concepto de sí y en el sentimiento de la propia incompetencia, sino miedo a seguir en este callejón sin salida porque no encuentra la manera de obtener ni tan siquiera unos pequeños éxitos que alivien su ansiedad y permitan reavivar la confianza en su propia capacidad.
  • En los niños más sensibles y sometidos a la autoridad la reacción es la timidez. En el polo opuesto se encuentran los violentos y reaccionarios que no soportan su incompetencia y se vuelven coléricos y desafiantes, tercos y en algunas ocasiones hasta celosos.

Bernabé Tierno
13.04.2009

Todos los especialistas en el tema, de forma unánime, definen la dislexia como «la dificultad en el aprendizaje de la lectura y de la escritura, a pesar de contar con un desarrollo normal».

Desde una óptica escolar, se podrá definir como «la dificultad que presentan determinados alumnos, normalmente escolarizados, sin perturbaciones sensoriales aparentes y con una inteligencia media o superior, a la hora de aprender a leer y a escribir o en el intento de dominar ambas técnicas. Esta dificultad produce un retraso escolar en el alumno que se manifiesta, sobre todo, en el área lingüística».

Las dislexias son trastornos que se revelan en los procesos de identificación, reproducción y comprensión de los escritos. Estas dislexias se detectan a través de la lectura oral y del dictado pues observaremos que el niño se muestra incapaz de reconocer palabras, sílabas o letras (dislogías) y no logra reproducirlas por escrito o verbalmente (disgrafías y dislalias).

En el dictado se detectan fácilmente porque los errores ortográficos están bien definidos. También se puede detectar con facilidad al observar omisiones de letras o incluso palabras completas.

 

Diferentes clases

Las dislexias se clasifican en varios tipos: de dicción (seseo, ceceo,...) de ritmo (tartamudeo), de articulación (centrales, periféricas y funcionales), de fonación y de interpretación. Son los especialistas en los problemas del lenguaje quienes deben hacer el diagnóstico adecuado.

Nosotros nos ocuparemos de las dislexias de articulación llamadas funcionales, que son de cuatro clases:

  • Por sustitución, es decir, el cambiar una letra por otra como decir, «ahoda» por «ahora» (d por r).
  • Transposición: La letra salta de lugar como «Grabiel por Gabriel», «cocholate por chocolate»...
  • Omisión: Se elimina una letra (ejemplo: mare por madre).
  • Inserción: Se añade una letra intrusa (corredo por correo, bacalado en lugar de bacalao).
  • Distorsión: Se produce una confusión y falta de claridad que dificulta la comprensión y entendimiento del habla.

Síntomas evidentes

Para que padres y profesores puedan detectar una dislexia y poner remedio a este trastorno acudiendo lo antes posible al especialista, describimos a continuación los síntomas más comunes.

  • La lectura se caracteriza por la falta de ritmo, por la lentitud, por la respiración sincrónica, por la no comprensión de lo leído, el unir las palabras al azar y no marcar la puntuación, y el equivocarse pasando de una línea a otra y a veces seguir leyendo como si tal cosa. También por la confusión de letras de configuración análoga, entre las vocales: la a con la o. Entre las consonantes la p y la b, la d y la p, la p y la q, y la g y la p. También hay confusión entre vocales y consonantes como la u y la n. El niño no distingue bien unas formas de otras ni la diferencia según su disposición en el espacio.
  • Se dan asimismo omisiones de letras finales de palabras.
  • En las sílabas tienen lugar las inversiones dentro de una misma palabra, como «gato por toga», y también en las letras que forman la sílaba, como «toro por otro».
  • Las mismas alteraciones se encuentran en las palabras completas, sustituyendo una palabra por otra parecida.

 

Causas principales

Como vemos, el niño disléxico muestra una lectura alterada, plagada de confusiones, omisiones e inversiones.

Las teorías sobre la dislexia son muy diversas, y por tanto se formulan otras tantas hipótesis sobre las causas. Enumero a continuación las más importantes:

  1. Neurológicas, es decir, por disfunción cerebral mínima. Hay daño o alteración en alguna zona del tejido nervioso cerebral.
  2. Emotivas, por inadaptación familiar, escolar o social del alumno.
  3. Asociativas, por la incapacidad para asociar el estímulo visual (grafía) con su correspondiente (fonema) y también con su equivalente semántico.
  4. Socioculturales, por trastornos de la personalidad.
  5. Metodológicas, por métodos inadecuados para enseñar a leer y escribir.
  6. Auditivas, por mala discriminación de los fonemas.
  7. Cognoscitivas, porque el disléxico tiene dificultades en comprender y discriminar los conocimientos imprescindibles en el aprendizaje lector: fonemas, grafías, palabras...

 

Diagnóstico y tratamiento

Todo niño disléxico ha de ser tratado por especialista, como ya se ha dicho. El será quien llegue hasta las causas y valore los síntomas y propio tiempo realice un doble diagnóstico: preventivo y curativo.

El diagnóstico preventivo tiene una edad óptima entre los cuatro y los cinco años, tratando de averiguar el grado de madurez del niño en las habilidades relacionadas con la lectura y la escritura aprendizaje formal.

El diagnóstico curativo se realiza una vez que el niño ya ha comenzado el aprendizaje formal de lectura y de la escritura. Tendría lugar hacia los seis años.

Antes de iniciar la reeducación del fundamental que el diagnóstico curativo contemple estos tres aspectos:

  1. Exploración y análisis del trabajo escolar alumno en la lectura, la escritura, la expresión y también la comprensión.
  2. Análisis del grado de inteligencia y aptitud específicas, observando la capacidad para integrar series, para orientarse en el espacio y en el tiempo, percepción y discriminación visual y auditiva, etc.
  3. Tipo de personalidad del alumno: inseguro, tímido, nervioso, mal integrado en el grupo, etc.

Estos tres aspectos se han de tratar y relacionar a un mismo tiempo para llevar a cabo la reeducación del disléxico. El programa reeducador ha de comprender: unos objetivos generales que abarcarían todo el curso. La capacidad para percibir y discriminar diversos tipos de grafías podría ser un objetivo general.

Los objetivos concretos serán semanales o quincenales. Uno de ellos podrá ser, pongamos por caso, realizar ejercicios para distinguir la g de la p.

Las actividades específicas serían las que de manera directa ayudarían a lograr ese objetivo de entre toda una serie de grafías parecidas, como la b, p, q, g, d... y rodear con un círculo todas las g y enmarcar en un cuadro todas las p.