Con motivo del regreso al colegio vale hacer una reflexión sobre la labor educativa. Las instituciones, los profesores y los padres somos conscientes de la responsabilidad que tenemos al participar, de una manera u otra, en la formación de las próximas generaciones.
¿Estás estresado? Toma unos instantes saberlo… acaso: ¿sientes angustia? ¿te duele la cabeza? ¿te sientes cansado? ¿tienes insomnio o duermes de más? ¿comes en demasía o te sientes inapetente? ¿te da flojera todo o más bien eres un activista que no sabe quedarse quieto? ¿gritas con facilidad?
La formación de la planta docente tiene repercusiones más allá del salón de clases. Las metas de crecimiento, desarrollo y bienestar social que las naciones determinen para sus profesores, tendrán una estrecha vinculación con los resultados que se obtengan en las aulas.
Es cierto e innegable que la coeducación fue un triunfo y una necesidad en un determinado momento histórico en nuestro país, en el que la mujer estaba relegada a un segundo plano y cuya educación iba destinada a convertirla en un ser dependiente y débil (tal como proponía Rousseau en su libro Emilio o De la educación, 1762).
No son pocos los niños y niñas que en las aulas mixtas experimentan esa extraña sensación que sólo es capaz de producir el infantil, puro, inocente y atolondrado primer amor; reflejo de una madurez incipiente que lucha por sobreponerse a la tozuda infancia, empeñada en no marcharse, y que desequilibra y marea en la misma medida que atrae y fascina.
Después de más de cincuenta años dedicados a la enseñanza media y universitaria, el Profesor José Luis González-Simancas transmite en este artículo diez convicciones personales en relación con la praxis docente.
Hay décadas de investigación en la neuro-ciencia, en endocrinología genética, psicología del desarrollo, que sugieren que las diferencias entre los sexos, tanto entre sus aptitudes y sus preferencias, no son únicamente el resultado de la socialización, son innatas.
Motivar al alumno… Antes de plantearse este asunto hay que saber para qué queremos motivar a nuestro alumno. No será lo mismo motivarle para que sea el más fuerte de la clase que motivarle para que sea el más “simpático”, para que sea el número 1...
Un hombre trabaja serrando árboles en un bosque. Pone mucho empeño y, sin embargo, está angustiado por el bajo rendimiento que obtiene de su prolongado esfuerzo. Cada día le lleva más tiempo acabar su tarea, de modo que le sorprende la noche cuando aún le quedan bastantes troncos por serrar.