Móviles y redes disparan la sensación de soledad en adolescentes

Carmelo López-Arias / ReL – 29.03.2019

Foto: Freepik 

La relación personal de los adolescentes con sus amigos ha decrecido enormemente en la última década, en la misma proporción que ha crecido su sensación de soledad.

Quien advierte de ello es Jean Twenge, madre de tres hijos y profesora de Psicología en la Universidad de San Diego, donde se ha especializado en los problemas de la denominada iGeneración, esto es, los adolescentes y jóvenes contemporáneos de la hiperconectividad vinculada a dispositivos móviles. A quienes describe en el libro que les ha consagrado como «menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y absolutamente nada preparados para la vida adulta».

Y con una dificultad añadida: la soledad. En un reciente artículo en The Conversation, que resume un estudio publicado por ella y sus colaboradores en Psicology of Popular Media Culture, a partir de 2007 la generalización del teléfono móvil con acceso a redes sociales ha transformado completamente los patrones de ocio común de los adolescentes y jóvenes, hasta convertirles en «la generación más solitaria que se recuerda».

Dos gráficas lo muestran palmariamente:

 La gráfica muestra el porcentaje de jóvenes que ven a sus amigos «casi todos los días». 

Los de 17-18 años (en rojo en la gráfica: 12º curso en el sistema educativo estadounidense) pasaron del 52,25% en 1976 al 43,31% en 2010, una caída del 17% a lo largo de 34 años. A partir de ahí, el desplome es significativo: del 43,31% en 2010 al 27,60% en 2017, una caída del 36% en siete años.

Los de 15-16 años (en rosa en la gráfica, 10º curso en el sistema educativo estadounidense) pasaron el 53,45% en 1991 al 40,80% en 2010, una caída del 23,67% en 19 años. Y luego, del 40,80% en 2010 al 26,20% en 2017, una caída del 35,78% en siete años.

Los de 13-14 años (en naranja en la gráfica, 8º curso en el sistema educativo estadounidense) pasaron del 52,04% en 1991 al 37,90% en 2010, una caída del 27,17% en 19 años. Y luego, del 37,90% en 2010 al 25,90% en 2017, una caída del 31,66% en siete años.

Estamos, pues, ante un proceso que es obedece a muchas razones y ya se presentaba antes de 2010, pero que a partir de esa fecha se acelera sin que exista otra causa identificable que el uso de móviles para la interacción social.

«Nos preguntamos entonces si esa tendencia tendría consecuencias en los sentimientos de soledad», explica Twenge antes de introducir el segundo resultado del estudio. Y así es:

La gráfica muestra el porcentaje de adolescentes y jóvenes que se identificaron con la afirmación «Muchas veces me siento solo». 

En los de 17-18 años, el porcentaje pasa del 22% en 2007 al 38,80% en 2017, un crecimiento del 76,36% en diez años.

En los de 15-16 años, pasa del 21,40% en 2007 al 32,40% en 2017, un crecimiento del 51,40% en diez años.

En los de 13-14 años, pasa del 20,10% en 2007 al 28,00% en 2017, un crecimiento del 39,30% en diez años.

Un cambio generacional

Lo significativo de estos cambios es que no son individuales, sino generacionales. En efecto, como señala Twenge, otros estudios señalan que no se produce un desplazamiento de los contactos activos (físicos) a los pasivos (mediante móvil), y que los adolescentes y jóvenes más hiperconectados no son necesariamente los que ven menos físicamente a sus amigos.

¿Cómo explicar la aparente contradicción?

Tiene que ver, explica, con la dinámica «del grupo frente a la del individuo». En un grupo de amigos siempre hay algunos más sociales y dispuestos a salir y verse con los demás, y otros menos propensos a ello. Una vez que todos se conectan a redes sociales, los patrones de conducta suelen repetirse. Así, el más social y más conectado sigue saliendo, aunque menos, porque pasa más tiempo en casa con las redes. Sin embargo, los menos sociales se ven más afectados por el menor tiempo que aquel pasa ahora con ellos. Si a la vez son menos propensos a mantener actividad en las redes sociales, su situación de soledad se agrava: «¿Quién querrá salir con ellos si la mayor parte de sus amigos están solos en su habitación con Instagram?»

Algunos sostienen, dice Twenge, que «los adolescentes, simplemente, han decidido comunicarse de otra forma, y que el auge de la comunicación electrónica no es preocupante». Pero hay estudios que hablan de «epidemia» de depresión y angustia entre los jóvenes, y de infelicidad. No se puede sostener, concluye, que «la comunicación electrónica sea tan buena para mitigar la soledad y la depresión como la interacción cara a cara… Hay algo en el hecho de tener al lado a otra persona -el contacto físico, la mirada, la risa- que no puede ser sustituido por la comunicación digital. El resultado es una generación de adolescentes más solitaria que nunca».

¿Causa y efecto?

En otro artículo sobre esta cuestión en Psychology Today, Twenge recoge los datos de otro de sus estudios, que muestra que «los adolescentes que pasaron más tiempo ante las pantallas eran menos felices, más depresivos y con un riesgo de suicidio», relación que se mantenía incluso teniendo en cuenta otros factores como el sexo, la raza o el estatus socioeconómico. 

Con todo, la concurrencia de hechos no es lo mismo que causalidad, comenta ella misma: pudiese ser que las personas con mayor tendencia a la depresión buscasen más las pantallas. Pero cita tres estudios que apuntan claramente a una relación de causa-efecto. Dos encontraron que, «mientras el mayor uso de redes sociales conducía a la infelicidad sin embargo la infelicidad no conducía aun mayor uso de redes sociales. Ambos estudios se referían a Facebook, como el tercero, que es directo y orientado a definir causalidad. En este último, se crearon dos grupos aleatoriamente, uno tuvo acceso a Facebook durante una semana, y el otro no: «Los que dejaron de usar Facebook acabaron la semana más felices, menos solitarios y menos deprimidos».

Si surgen evidencias de que el incremento de la infelicidad de adolescentes y jóvenes (un hecho empíricamente demostrado), tiene otras causas, Twenge se muestra dispuesta a estudiarla: «Pero, por el momento, el smartphone es el agente de cambio más probable, así que es el que yo estoy considerando con mis propios hijos, y lo que creo que otros padres deberían también considerar».

*Publicado originalmente en ReL

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