Las habilidades sociales

Bernabé Tierno / 10.11.2008

Hay algunas acciones, además de las más habituales como leer, escribir, saludar, ir a la compra, cruzar la calle, etc., que los niños aprenden durante los primeros años.

Estas habilidades que no se enseñan a los niños, en la mayoría de los casos porque suponemos que se aprenden de manera inconsciente, son las que vamos a tratar en este capítulo.

Nos estamos refiriendo a cómo entablar amistades, ofrecer ayuda, hacerse respetar, saber interpretar la conducta de los demás y ponerse en su lugar…

 

Relacionarse con los demás

Es evidente que si los padres pretendemos que nuestros hijos aprendan a relacionarse, a tener amigos e integrarse en sociedad, hemos de darles la oportunidad de lograrlo, ya desde los más tiernos años de la infancia.

Cualquier niño aprende de manera natural a relacionarse con los demás. Las madres, que con sus miedos y sus mimos impiden que el niño vaya a la guardería o a la escuela infantil hasta los cuatro o cinco años, cometen un grave error al retrasar la interacción del pequeño en lo que será su futuro entorno social.

Al obrar así se mantiene la superprotección. Los padres transmiten a su hijo sus propios temores, inculcando en él ideas erróneas sobre sus compañeros de juegos, como aquella de que los demás son malos y le pueden pegar y hacerle daño, aconsejándole que tenga cuidado y se mantenga al margen de esa relación.

 

Entablar amistades

Es necesario que el niño aprenda que el primer criterio para hacer amigos es la proximidad; por tanto, tendrá más probabilidades de hacer amigos entre aquellos niños con los que esté más en contacto, ya sean de la vecindad, del colegio, de la urbanización donde viven o del sitio donde pasan los fines de semana o las vacaciones de verano.

El segundo criterio para hacer amistades es tener unas características individuales parecidas, intereses y gustos comunes. Si le gusta la natación, el fútbol o la música y comparte con otros esas y otras aficiones comunes, resultará sencillo que nazca una buena amistad.

La influencia más determinante en la formación de la amistad es la creencia de que el otro se parece mucho a uno mismo. Casi todos los niños tienden a elegir como amigos aquellos que presentan unas características que se consideran deseables desde el punto de vista de los valores del grupo humano en que ha de integrarse.

A veces es verdad el dicho «los extremos se atraen», y un niño muy abierto y entusiasta puede sentirse a gusto con otro más tímido y egocéntrico, pero lo normal es que se escoja como amigo al otro si se piensa que éste nos ve con buenos ojos.

 

Pautas a seguir

1. Hemos de enseñar a nuestros hijos a saber hacerse una idea de las personas para predecir e interpretar su conducta. Por ejemplo, si está en el recreo y hay niños que juegan a darse empujones, son más violentos y no se respetan entre sí, hemos de hacerle ver al niño que esa conducta no es mejor ni peor, que esos chicos se lo pasan bien jugando de esa forma, pero que, si él es más tranquilo y no le gustan los juegos tan violentos, ha de acercarse a otros niños que se divierten jugando a las canicas o al escondite o a acertar y adivinar palabras sobre objetos que hay en el patio de recreo, etc.

Lo verdaderamente importante es que respete a los niños que se divierten con juegos que a él no le gustan, pero que tampoco les tema o les huya, ni se quede en un rincón sin aprovechar el recreo.

Ese ir aprendiendo a ponerse en lugar del otro y respetar su modo de proceder, aunque no sea el nuestro y no nos agrade, es la primera habilidad social que se enseña con el ejemplo y debe expresarse y aclarar constantemente al niño con ejemplos vivos.

2. Debemos enseñarles a hacer amigos y conservarlos, pero para ello lo primero que hemos de lograr es que nuestro hijo «sea amigo de sí mismo». Es decir, que se acepte, quiera y valore tal cual es.

Es misión de los padres y familiares que rodean a un niño el proporcionarle una buena imagen de sí mismo. Debemos estar atentos a valorar de inmediato todas las actitudes y conductas positivas, reforzando constantemente con palabras de aliento, seguridad y confianza que eleven su autoestima.

Si, por el contrario, tanto en casa como en el colegio predominan las críticas y rechazos haciéndole sentirse poco capaz e insignificante, perderá la seguridad en sí mismo y con una imagen tan pobre de sí, lo normal es que aprenda a vivir angustiado y a estar siempre a la defensiva. Al no encontrarse a gusto con uno mismo (también nos pasa a los adultos), no es fácil saber relacionarnos con los que nos rodean.

3. Hay que inculcarles el saber compartir. Muchos niños permanecen demasiado encerrados en sí mismos porque no han aprendido a dar, a ofrecer sus cosas, a jugar con los demás, sabiendo esperar su turno.

Hemos de hacer ver al niño que los que siempre quieren ser los primeros y no saben esperar su turno hasta que han terminado los demás, no hacen amigos con facilidad porque nadie quiere someterse siempre a la voluntad, deseos y caprichos de los otros. Es un mal amigo quien lo quiere todo para sí y no sabe compartir.

Lo más práctico para el aprendizaje de esta habilidad social es ofrecer frecuentemente modelos de otros niños que se divierten compartiendo sus cosas.

4. Conviene fomentar la importancia de prestar ayuda o pedirla. Tenemos que enseñar en la práctica cómo ayudar a un amigo de manera desinteresada, sacarle de un apuro, prestarle algo, es una buena manera de obtener su aprecio, manifestándole que tenemos interés porque solucione sus problemas y le ayudamos en la medida de nuestras fuerzas.

Pero también pedir ayuda es una buena manera de hacer amigos porque, al indicarle al otro algo que no podemos lograr sin su colaboración, le estamos demostrando que él es una persona valiosa, tanto que nos es muy necesario contar con su colaboración.

5. Deben aprender a ponerse en el lugar de los demás. Tratar de comprender por qué sus amigos se comportan de esta o aquella manera; aunque su proceder no sea el más adecuado.

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