Padre Nicolás Schwizer
18.07.2011
 

Para que el diálogo sea enriquecedor y fecundo, hay que cumplir determinados requisitos. Cada pareja, al poseer una identidad propia, tendrá que encontrar su manera peculiar. Existen, no obstante, determinadas reglas básicas. ¿Cuáles son estas reglas del diálogo conyugal? Se pueden resumir así: el diálogo conyugal, para que sea eficaz y creador, debe ser: humilde, paciente, simpático, cálido, oportuno, constante y renovado.

1. Humilde. La primera cualidad del diálogo es la humildad. No se debe avanzar hacia el otro hinchado por su propia perfección, seguro de lo definitivo de sus razones. No existe el cónyuge ideal, ni tampoco nadie es dueño de toda la verdad. Semejante actitud imposibilita el intercambio desde el origen.

El peligro de todo diálogo conyugal es que, frecuentemente, se vuelva una acusación: se tortura, se ataca, se acusa recíprocamente, y se sale de esta situación más apartado que nunca. Por eso conviene que los esposos, a la hora de iniciar el diálogo, tengan la prudencia de ejercer la autocrítica.

Es algo básico. Hay que tener un gran cuidado -a la hora de las recriminaciones, críticas, preguntas embarazosas- para examinarse a sí mismo y verificar hasta qué punto puede uno mismo ser sujeto de censura. No es tan raro que uno proyecte sus fallas y limitaciones en el otro. Con una actitud de humildad y autocrítica, la conversación se desarrollará en un clima de lucidez, calma y comprensión.

2. Paciente. En un solo día no se conseguirá la comprensión del cónyuge. Como todo, la vida de dos juntos requiere un largo aprendizaje, una permanente educación.

Y toda educación descansa sobre la paciencia. Sabemos que consiste, antes que nada, en repetición incansable, en incesante recomenzar. Así ocurre entre marido y mujer. A veces, será necesario repetir durante toda una vida la misma observación, formular la misma petición.

No es que el otro tenga mala voluntad; sucede que simplemente se le olvida o no logra crear el hábito, que sólo nace con la repetición. Lo importante, pues, es saber repetir con una paciencia que, además, es atributo de la fortaleza. En el caso de la vida matrimonial, esta paciencia es aún más importante, ya que la mayor parte de las veces, están en juego solamente detalles. Pero estas pequeñeces sin importancia, al multiplicarse, se hacen irritantes. La impaciencia crece y amenaza con manifestarse en los momentos de charla. Y es eso lo que hay que evitar. La paciencia dará al diálogo un clima de calma, de serenidad, sin tensiones e irritación.

3. Simpático. Para que el diálogo conyugal sea un instrumento de aproximación, no debe llevarse a cabo en términos agresivos, sino por el contrario, de la forma más simpática. De otro modo, no podrán menos que defenderse y volver a atacar.

En el momento en que los dos se encuentran cara a cara para iniciar un análisis de la situación conyugal, importa mucho el sentirse amado. Los roces inevitables de la vida en común crean, al multiplicarse, una antipatía reprimida que, tarde o temprano, hará explosión. Si triunfa la antipatía por encima de la simpatía, el clima del diálogo se hace denso y llega a sofocar. Y entonces las personas se cierran en seguida, se recogen en sí mismas o se irritan. La conversación se hace entonces imposible, inútil. En tales condiciones se da un extraño diálogo de sordos en el que nadie quiere escuchar a nadie. Sólo la simpatía presente en cada momento, asegura un intercambio fructífero.

4. Cálido. Hay que insistir siempre en que el diálogo sea cálido, porque la frialdad es un peligro que amenaza a todos los cónyuges. Una vez que se han acumulado algunas incomprensiones consecutivas, la irritación contenida se traduce en un marcado enfriamiento de las relaciones de la pareja. No se es propiamente hostil al otro; se es simplemente indiferente a él, con una indiferencia helada. Evidentemente, esto es algo que aumenta la incomunicabilidad y cierra toda salida. No se llegará jamás al encuentro interior en tales condiciones.

5. Oportuno. Es un arte saber escoger lo que debe decirse y lo que debe callarse. El proverbio lo enseña: “No toda verdad es para ser dicha”. Existen algunas que es mejor callar, porque diciéndolas solo lograríamos herir; sin provecho alguno para un mejor entendimiento. Existen silencios que deben ser respetados, secretos que son inviolables. No todo ha de decirse ni tampoco puede preguntarse todo. Para poder escucharse, la pareja debe respetarse, una de las formas de respeto consiste en saber no preguntar o no insistir cuando no conviene; otra forma es no decir al cónyuge una verdad demasiado dolorosa. La discreción, en el sentido profundo de la palabra, es la clave de los diálogos conyugales. Es decir, deben discernir qué puede comunicarse y qué debe callarse, en todos los casos.

Esto se aplica también al momento escogido para manifestarse. La verdad no puede ser dicha en cualquier momento. No habría que hablar jamás cuando se está en determinados estados de espíritu. Por ejemplo, cuando se está dominado por la cólera, los celos, la tristeza profunda o una excepcional euforia.

No son las emociones las que deban animar al diálogo, sino exclusivamente la razón. Se juzgará, a nivel de la inteligencia, no de las pasiones, cuando es el momento oportuno para decir tal o cual verdad, o pedir determinada explicación. Escoger en forma acertada el momento del diálogo es asegurar su éxito.

6. Constante. Tenemos que imprimir un ritmo seguro al diálogo, una periodicidad regular, para evitar que aumenten las incomprensiones y se acumulen los problemas.

Aquí podríamos decir también algunas palabras sobre las interrupciones del diálogo. Pasa todavía bastante frecuentemente que después de una pelea o un enojo suspendemos ese diálogo que tendría que ser permanente, y hasta lo suspendemos por tiempo indefinido. Y después viene la pregunta: ¿quién de los dos inicia de nuevo el diálogo?

Mucho depende del temperamento: el colérico es demasiado orgulloso para iniciarlo él; el melancólico está demasiado hundido por lo que pasó; al flemático probablemente no le importa mucho; el más indicado sería entonces el sanguíneo que no aguanta la situación por mucho tiempo. Ahora, si a mí me preguntan, yo suelo decir: es evidente que el más maduro debe reiniciar el diálogo.

7. Renovado. La constancia en el diálogo exige, en compensación, un esfuerzo de renovación. Porque es necesario, a pesar de todo, tener algo que decirse para poder hablar. Por lo contrario, reinará la monotonía en nuestros diálogos.

Si la esposa sólo sabe hablar de la moda o del servicio doméstico, y por su lado, el marido sólo sabe hablar de negocios o de política, es evidente que la conversación será a la larga aburrida. La palabra está en función del pensamiento. Es urgente, por lo tanto, cultivarlo como un deber. Pero la cultura sería, en el sentido de abrir cada vez más su espíritu y su horizonte con el propósito de aprender a vivir mejor y de saber responder a las preguntas que todo ser inteligente se plantea. Muy actual entonces el tema de nuestras lecturas, de nuestras realizaciones artísticas, de nuestra cultura religiosa...

 

Cortesía del Padre Nicolás Schwizer para LaFamilia.info

 

 

Por LaFamilia.info

 

20160102mFoto: Freeimages 

 

La vida no es un camino de rosas y quien no se haya visto en circunstancias complicadas en la vida que lance la primera piedra! Sabemos pues que no hay vida perfecta y dichas dificultades pueden poner a prueba la estabilidad y unión de los esposos. Estas son las situaciones más comunes que pueden llevar a una crisis matrimonial. 


Pero antes definamos qué es una crisis. Se describe como una “situación difícil que puede influir de manera negativa en algo”; en este caso en el matrimonio. Aunque la sola palabra causa temor, no tiene por qué significar el fin de todo. Con relación a ello, la pedagoga y orientadora familiar Mar Sánchez Marchori, explica: “Lo más importante es desdramatizar el concepto crisis. Muy a diferencia de lo que se puede pensar, una crisis es un período en el que se plantean cuáles son las condiciones, los factores que no resultan satisfactorios y, por tanto, se buscan soluciones para subsanarlos. En realidad las crisis hacen madurar a las personas y ayudan a mejorar las relaciones; es más, bien resueltas pueden llegar a ser muy enriquecedoras.”

 

Situaciones que pueden dar origen a las crisis 


Resulta fundamental entonces, conocer las situaciones que se pueden llegar a presentar para así desarrollar las habilidades necesarias para “blindarse” contra ellas; o en caso de que se presenten, darles el debido tratamiento.


Debemos considerar que cada caso es único, no obstante, hay una generalidad de causas, las cuales analizaremos a continuación:


1. Crisis personal


Es aquella que vive uno de los cónyuges, la cual por obvias razones, afecta la relación matrimonial. Este tipo de crisis está relacionada con problemas de desarrollo individual, ya sea por rasgos típicos de la personalidad o por épocas circunstanciales algo críticas para el ser humano, como es la de los 40 años, la menopausia en las mujeres, la jubilación, entre otros.


Las crisis personales que afectan al matrimonio, pueden originarse también por la incompatibilidad en el proyecto de vida común, es decir, puede resultar que una persona al pasar de los años cambie sus expectativas frente al matrimonio, mientras el otro cónyuge conserve las pactadas en un principio.


2. Infidelidad


Tal vez la más compleja y común de las crisis conyugales. Pero… ¿de qué depende que la infidelidad conserve el carácter de crisis y no pase de ahí? Pues en primer lugar del perdón, tanto de quien faltó al compromiso matrimonial, como quien fue asaltado en su buena fe, por decirlo de alguna manera. Asimismo, el deseo de resarcir los perjuicios causados y el compromiso de reconstruir, se hacen determinantes para que la infidelidad sea superada. (Leer también: El perdón tras la infidelidad: ¿un imposible?)


3. Competitividad profesional


Antes era algo poco usual, pero ahora es factible encontrar parejas que se disputan entre ellos mismos el primer puesto del trono profesional, es decir, quién gana más, cuál de los dos logra un mejor puesto, cuál consigue un título académico más alto, en fin… una situación que puede llegar a ser inmanejable, pues hay un continuo reto que no tiene ningún sentido dentro de una relación de amor, donde lo que cobra relevancia es la construcción de un “nosotros” y no un “yo”. (Leer también: Cuando ella gana más que él)


4. Crisis económica


Es otro detonante que una vez más pone a prueba la unión de los esposos. Una circunstancia como el desempleo o una quiebra económica, puede desestabilizar con facilidad, debido a que resulta cómodo y fácil sostener un matrimonio dentro de unas condiciones óptimas, pero cuando esto cambia, la relación puede tambalear. 

 

5. Muerte de un familiar o duelo


La pérdida de un ser querido puede generar dificultades en la persona y por consecuencia, afectar la relación de pareja. El respeto, la comprensión y tolerancia entre ambos, es de vital importancia, al igual que la comprensión hacia el cónyuge más afectado. Tanto en el hombre como en la mujer, se pueden presentar periodos de depresión, ausencia del deseo sexual, pérdida del sueño y del apetito, abandono en la presentación personal, etc.

 

 

Todas los escenarios anteriores no son situaciones para nada agradables, pero lo cierto es que se hacen más llevaderas si la pareja está unida, pues una crisis que no se afronta de la manera adecuada, es añadir otro problema al que ya existe. Debe haber por tanto, un compromiso fehaciente entre los esposos y reconocer que aunque es probable que las crisis lleguen, cualquiera que sea, deberán poner su mejor cara y salir adelante. Una crisis bien manejada, puede dar origen a un estupendo renacer en la relación.

 

 

Más de este tema >

Por LaFamilia.info
26.01.2015
 

 

20152601matri 

 

Si bien es cierto que tomar la decisión de casarse puede generar un temor natural, en algunos casos, este paso cuesta más dificultad de lo normal y hasta se podría hablar de ciertas patologías al respecto. ¿Qué orígenes tiene el miedo al compromiso matrimonial?

Es comprensible la mezcla de sentimientos que se producen frente al matrimonio. Por un lado, hay una “separación” con la familia de origen, y por otro, se concentran una serie de incertidumbres y expectativas sobre la nueva forma de vida, a pesar que el amor es un ingrediente existente entre la pareja. Pero de ahí, a pasar a un grado mayor de nerviosismo exagerado hasta el punto de perder a la persona amada por no ser capaz de adoptar un compromiso, es ya un nivel superior de miedo que debe superarse antes de que surjan daños en las personas implicadas.

Detectar el origen

Para lograr superar esta dificultad, se debe hallar el porqué del miedo, alguna circunstancia interna debe ser el elemento generador. Bajo la premisa que el amor no es el causante del temor, las siguientes podrían ser algunas raíces:

 

Modelos cercanos: es cuando la persona se crió bajo un hogar desunido lleno de conflictos, de padres separados o ausentes, que la hacen pensar que todos los matrimonios son como ese modelo que vivió de cerca y no quisiera repetirlo. También pueden ser comentarios constantes de amigos que fracasaron en su relación matrimonial.


Experiencias pasadas: cuando se han presentado noviazgos previos conflictivos o traumáticos, es posible que se haya cimentado una aversión a las relaciones formales de pareja.


Inseguridades: por lo general, las personas que se les dificulta tomar decisiones -cualquiera que sea-, tienen baja autoestima, no reconocen sus capacidades y permiten ser dominados por las inseguridades, volviéndose más frágiles y débiles ante situaciones que generen compromiso. Por eso es común que este tipo de personas huyan o eviten responsabilidades, como es el matrimonio, la familia, una oferta laboral, proyectos de vida, ayudas económicas, etc.


Egoísmo: en el matrimonio hay que ceder a las propias apetencias para dejar a un lado el “yo” y construir un “nosotros”. Indudablemente es un trabajo de negociación delicado de los cónyuges, pero no es irrealizable. Sin embargo, estas personas que temen en extremo al matrimonio, no se sienten capaces de renunciar a sus gustos, exigencias y preferencias que se requieren en la convivencia, y ponen en primer lugar su bienestar negando la posibilidad de compartir con otros.


Apego a la familia de origen: puede ocurrir que exista una relación de apego con los padres que haga más complicada la conformación del nuevo hogar. Muchas veces esta presión por no abandonar a los padres, es ejercida por ellos mismos de manera inconsciente. O también se pueden presentar factores adicionales dificultosos que afectan el panorama del novio(a), como son los casos de enfermedades de los padres, aprieto económico o viudez, los cuales aumentan trabas a la decisión.


Incapacidad de asumir compromisos: especialmente si son para toda la vida. Algunas personas temen comprometer el futuro en una decisión de hoy.

 

¿Cómo superar este miedo?

Depende de la raíz que ocasione el problema. El acompañamiento de un sicólogo sería recomendable para casos más graves, para otros sin embargo, basta con seguir las sugerencias que se proponen a continuación:

Causa: Modelos cercanos

 

Plan de acción
Identificar si los temores son propios o adquiridos, es decir, si se originan por experiencias personales vividas de cerca o provienen únicamente de comentarios de agentes externos. En el primer caso, hay que tener presente que cada matrimonio es diferente, el hecho que los padres o familiares cercanos, hayan tenido dificultades en su relación conyugal, no quiere decir que se tenga que repetir la historia; “cada uno se labra su propio destino”. En el segundo caso, elija entre las personas que tiene a su alrededor, un referente de matrimonio que admire y desearía que el suyo fuera así; estos patrones positivos, sirven de inspiración y ejemplo para su propia vida.

 

Causa: Experiencias pasadas

 

Plan de acción
Hay que sanar primero las situaciones pasadas para comenzar una nueva etapa. Tampoco se puede generalizar, las personas y circunstancias son distintas.

 

Causa: Inseguridades

 

Plan de acción
Hay que recuperar la autoestima, potencializar las fortalezas y ejercitar la toma de decisiones en la vida diaria. Proponerse metas, medirlas y cumplirlas, no importa el propósito (hacer ejercicio, llevar una dieta saludable, ser más paciente, organizar los papeles pendientes, etc.), lo importante es llevarla a cabo.

 

Causa: Egoísmo

 

Plan de acción
Cambiar de un día para otro y más cuando es un hábito adquirido quizá desde la infancia, no es viable, hay que comenzar un proceso e ir de a poco. En cuanto al egoísmo, hay que comenzar a ceder ante algunas circunstancias cotidianas, por ejemplo, acceder a realizar una actividad que la pareja quiera, ver el programa de televisión que todos deseen ver en lugar de irse para la habitación, compartir con personas necesitadas tiempo, víveres o dinero.

 

Causa: Apego a la familia de origen

 

Plan de acción
No hay que escoger entre el uno o el otro, ambos, familia y cónyuge, pueden simpatizar al mismo tiempo. Los papás seguirán siéndolo hasta la eternidad, así que por ese lado hay un parte de tranquilidad. Si existiesen algunas dificultades adicionales, es importante continuar con el rol de hijo(a) y apoyarlos en lo que más se pueda, pero tampoco renunciar a los propios proyectos de vida. De igual forma, el hijo(a) no va a solucionar el problema si vive bajo el mismo techo o no con su familia de origen.

 

Causa: Incapacidad de asumir compromisos

 

Plan de acción
Es probable que no se haya desarrollado la madurez y el grado de responsabilidad que se requiere para asumir compromisos serios. Habrá que iniciar todo un proceso de cambio.


Por último, hablar con la pareja, expresarle sus miedos, planear su vida futura, y crecer juntos, puede resultar más efectivo que cualquier otro tratamiento sicológico

Por LaFamilia.info
30.05.2011

 

 

20113005m

 

Cada vez son más las mujeres que se adhieren a la fuerza laboral para poder contribuir a la economía familiar, incluso muchas de ellas alcanzan cargos superiores, y por consiguiente, mejores sueldos que sus esposos, pero ¿afecta esto la relación matrimonial?

Hasta hace poco era normal que el hombre asumiera el rol de proveedor de recursos para el hogar, y la mujer el cuidado de los hijos y el hogar. Pero los tiempos han cambiado, y ahora son numerosas las mujeres, que por decisión propia o necesidad, han tenido que compaginar el papel de madres con el de ejecutivas, llegando a ser exitosas y muy profesionales en sus quehaceres. Sin embrago, esta situación puede ser motivo de conflicto; bien porque las parejas no logran afrontar adecuadamente la situación, o bien porque la cultura del rol varonil está fuertemente marcada y resulta impensable que sea la mujer quien suministre mayores recursos al hogar.

No está demás aclarar, que por fortuna existen matrimonios que viven bajo estas circunstancias, las cuales no comprometen su estabilidad, puesto que las asumen como una oportunidad para fortalecer la economía familiar y además tienen muy presente que la valía personal no está sujeta a los ingresos (lo que implica un alto grado de madurez).

¿Qué ocurre entonces en los matrimonios donde sí hay conflicto por este motivo?

Actitudes que ponen en juego a las parejas

Los problemas suelen comenzar con un detonante distinto al tema dinero, pero después se descubrirá que es éste el causante de las continuas discusiones.

Por lo general, el hombre comienza a mostrar comportamientos que denotan un nivel bajo de autoestima, inseguridad, frustración e incluso algunos síntomas de depresión. “Estos sentimientos se dan a partir de ideas o reglas que ya se tienen como que `la persona que gana un mejor sueldo es porque es más inteligente y puede lograr mejores oportunidades´. Todo esto es producto de la relación de equivalencia que se ha hecho entre sueldo-poder, sueldo-éxito, éxito-admiración.” Puntualiza la psicóloga Claudia Zabala*. 

Y es que el hecho de que estos paradigmas estén tan incrustados en las personas, no es gratis. Desde los inicios de la evolución humana, el hombre ha sido el líder de su grupo familiar, su posición jerárquica se ha caracterizado por ser dominante y aunque la esposa ha mostrado ser su acompañante incondicional, ha debido estar también bajo su sombra. Así que cuando este modelo se transforma, es cuando se abren las puertas para el campo de batalla.

Por otro lado, es común encontrar que las mujeres comienzan a manifestar ciertos vientos de superioridad, emiten comparaciones indeseables por el hecho de estar mejor remuneradas que sus esposos y otras actitudes algo humillantes que obviamente provocan enfados. Además pueden sentir que sus decisiones deben tener más peso dentro de la familia y así quitarle valor a la opinión de sus cónyuges. De esta manera, ellas pueden descubrir facetas hasta el momento desconocidas de sus maridos, lo que puede llevarlas al desencanto.

¿Cuáles son las consecuencias?

Los especialistas resaltan diversas secuelas de este tipo de situaciones, como puede ser el deterioro de la relación precedido de comportamientos hostiles, el detrimento del auto-concepto de los involucrados, la búsqueda de actividades satisfactorias fuera del hogar y en los casos más extremos, el divorcio.

¿Cómo manejar esta situación?

La recomendación entonces, comienza por dar mayor importancia a los logros, esfuerzos, desempeño del cónyuge, sin tener de por medio el factor dinero. Requiere cambiar la idea de que el poder y el dinero están vinculados. En el matrimonio existe algo llamado “comunión”: todo es de todos, decisiones, bienes, dificultades, tristezas, alegrías…

Los aportes que cada quien hace al hogar, deben ser igualmente valorados sin percatarse si son monetarios o no. Se debe tener claro que dedicar tiempo a la educación de los hijos, el cuidado de la casa, etc. también son aportes supremamente significativos.

Algo clave en este tema, es nunca perder la admiración por el cónyuge. Cuando se deja de admirar a quien se ama, sus fortalezas y esfuerzos serán pisoteados. Haga lo que haga, (siempre y cuando no vaya en contra de las leyes y la integridad humana) se debe apoyar al esposo/a, lo que implica también ayudarle a ser cada vez mejor en su actividad profesional.

Cuando ambos trabajan...

La autora Sylvia Villarreal de Lozano expone algunos consejos para los matrimonios donde ambos trabajan:

No compitan. No se trata de una competencia. Cada quien debe sentirse orgulloso de su puesto, sea cual sea, y debe ocurrir lo mismo con el de la pareja.

Reconozcan sus logros. Por pequeños que puedan parecer, es importante motivar a la pareja en todo lo que realice, y de igual manera también el otro debe apoyarle a llevar a cabo las metas.

Piensen en un beneficio mutuo. Se trata de apoyarse en todo momento. No hay que enojarse cuando se requiera que uno de los dos responda económicamente por más cosas. El hecho de que ser hombre, no quiere decir que tenga que ser el único sustento y que siempre será autosuficiente.

Administren el tiempo. Distribuyan los quehaceres y las tareas del hogar. Cuando ambos trabajan, es imposible que sólo uno se encargue de todo. Lo mejor es que platiquen y lleguen a un acuerdo en donde ambos resulten recompensados de igual manera.

No permitan que se acaben los detalles. El hecho de que ahora la esposa también trabaje no quiere decir que es menos mujer, menos femenina, o que deje de ser una dama y su esposo un caballero. Recuerden, ¡la caballerosidad y la femineidad jamás pasarán de moda!

Y no olviden... Para que un matrimonio funcione se requiere de dos; que ambos se ayuden, se tengan confianza, se comuniquen, se valoren, se den libertad y sobre todo, que se amen y se lo hagan saber a cada instante.

Fuentes: *finanzaspersonales.com, masalto.com

 

Más de este tema >

 
Por LaFamilia.info
 
 
Foto: Freepik 

 

Si bien en la relación conyugal se presentan dificultades que no están determinadas por la época y serán las mismas a pesar del tiempo, es evidente que en nuestros días existen más desafíos que en los tiempos pasados. Como decía Jutta Burggraf: “El matrimonio no es anacrónico en absoluto. Pero es un reto -hoy más que nunca- mantenerse unidos uno al otro”; ¿por qué? aquí lo analizaremos.

 

El siglo XXI ha traído consigo una serie de cambios –sociales, políticos, educativos, científicos, tecnológicos…- algunos de ellos favorables, como otros que han hecho mella en la institución matrimonial y por consiguiente en la familia. Por tanto, es tan importante que los esposos construyan bases sólidas además de decisiones fehacientes, las cuales deberán permanecer firmes pese a las influencias que les rodean. He aquí una descripción a nuestro modo de ver, de los cinco retos principales que deben enfrentar los matrimonios de estos tiempos:

 

1. Infidelidad y sexualidad

 

La publicidad, los medios de comunicación y la misma sociedad, no protegen ni promocionan el matrimonio, incluso se podría decir que se hace propaganda a la infidelidad. Asimismo, hay que tener especial cuidado con la tergiversada sexualidad, es decir, aquella que parte de una concepción utilitarista, la cual carece de su carácter humano y afectivo-emocional, en donde el único objetivo es satisfacer los impulsos, los sentidos, la gratificación física. Cuando la sexualidad ha perdido su norte, se dan todas las condiciones para caer en la infidelidad, pues es una búsqueda de goce inmediato, que no mide las consecuencias que ello conlleva.

 

2. Relación trabajo-familia 

 

Se hace más patente en la actualidad que en las épocas pasadas, la distribución desequilibrada del tiempo a favor del trabajo y en contra de la familia. Jutta Burggraf, autora citada al comienzo, escribía en un artículo publicado en almudi.org:

 

“Muchas veces los esposos tienen distintos campos de acción, ya sea en la familia, en la profesión fuera del hogar. No se ven durante muchas horas del día. Sin embargo, tienen contacto con otras personas, hombres y mujeres, y con ellos comparten sus intereses y planes profesionales. Cuando vuelven cansados a casa, ya no tienen fuerzas para dialogar o hacer planes y esto genera una distancia entre los esposos”.

 

No obstante, también hay que reconocer que es un problema de parte y parte, pues falta conciencia de algunas empresas para propiciar horarios justos y flexibles, como también es preciso que los trabajadores aprendan a delimitar los espacios y reclamen respeto hacia sus prioridades familiares.

 

3. El manejo de las nuevas tecnologías

 

“La tecnología es aquello que acerca a los desconocidos y aleja a los conocidos”. Muchos reprochan de sus cónyuges el mal uso de los dispositivos móviles, pues pareciera que desplazan a la familia o a su propia pareja. Es un verdadero reto para los matrimonios de hoy, establecer límites y respetar los espacios de conversación.

 

4. Las crisis matrimoniales y la actitud ante las dificultades 

 

Algunas corrientes modernas pretenden vender la ideal del “matrimonio desechable”, el cual promueve que ante la primera dificultad que se presenta, se acuda al divorcio como la primera opción de una supuesta solución. La intolerancia e incapacidad para afrontar las crisis naturales de toda relación, ha hecho que el matrimonio pierda su seriedad, compromiso y responsabilidad.

 

5. Los diferentes retos de la mujer de hoy

 

Las mujeres del siglo XXI tienen que abarcar muchos frentes y esto está ocasionando altos niveles de estrés, cansancio y agotamiento(Síndrome de Burnout: el mal que sufren las mamás de hoy)

 

Vale la pena que los matrimonios le echen un vistazo a estos cinco retos y emprendan un plan con tareas concretas para evitar caer en estas circunstancias.

 

***

Fuentes: sontushijos.org; almudi.org; libro “Mujer y hombre frente a los nuevos desafíos de la vida en común” de Jutta Burggraf, Ediciones Universidad de Navarra - España 1999.

 

*Jutta Burggraf (1952-2010): Doctora en Pedagogía, Doctora en Teología. Fue profesora de Teología dogmática y Ecumenismo en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.

Por LaFamilia.info
  
Foto: Freepik

Planeamos nuestro futuro profesional, organizamos nuestras finanzas personales, nos proyectamos en el campo social, nos trazamos metas de orden material (adquirir vivienda propia, comprar carro, viajar, etc), y, ¿en cuanto a la familia, qué plan tenemos?

Por LaFamilia.info
 

 

La infidelidad es una de las amenazas más contundentes que afectan la unión matrimonial. Pese a esto, son muchos los esposos que deciden enfrentar esta falta grave -valiéndose de diferentes ayudas-, logrando así perdonarse, perdonar y además reconstruir su relación. 

 

La infidelidad matrimonial es una situación que pone en la cuerda floja la estabilidad de una pareja. La traición a la confianza, al respeto, al amor y a la integridad que los esposos han edificado en toda su historia matrimonial, genera una crisis compleja a nivel personal, conyugal y familiar.

Es por eso que quienes enfrentan el drama de la infidelidad, temen en especial por la continuidad de su unión y el cauce qu e tomará su futuro inmediato. Los expertos señalan que en un primer momento, la separación surge como la primera y única salida, negando por tanto, cualquier posibilidad de reconciliación.

No obstante, la infidelidad es un problema que puede tener solución si las partes además de comprometerse a remediar los daños causados, son capaces de perdonarse a sí mismos y perdonar al otro; lo cual lejos de ser un proceso fácil, tampoco es tan idílico como se acostumbra pensar. Así pues, el perdón surge como el mejor remedio para reconstruir un matrimonio.

Qué es el perdón y qué no

En el común de la sociedad, el perdón está un tanto estigmatizado. Se tiene la errada idea que quien perdona, se humilla ante el otro; cuando en realidad el perdón es el acto más valiente, noble, recto, libre y amoroso que una persona puede experimentar. El perdón es el poder que cura las heridas más profundas del alma, es el primer paso hacia la sanación y es aquello que permite liberarse de los sentimientos negativos que impiden avanzar.

Por ello, es importante aclarar: “(…) perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida”. Publicado por Vida Humana Internacional, elaborado por el Instituto Tomás Moro en Asunción, Paragüay.

Igualmente Valentín Araya, miembro de la organización Por Tu Matrimonio explica: “Con el perdón, la persona no está ignorando el daño recibido, justificando tal comportamiento o disponiéndose a que le vuelvan a ser infiel. Su decisión sólo significa que renuncia a la venganza y se decide a superar el dolor, liberándose del rencor y los resentimientos, como medio para sanar su herida.”

De otro lado, se considera que el perdón es inalcanzable, poco probable y más cuando se trata de una infidelidad matrimonial. Pero la realidad demuestra todo lo contrario. Muchas parejas superan los episodios de crisis generados por la infidelidad, logran una reconciliación, e incluso -después de la tormenta-, reportan drásticas mejoras en su relación: se sienten más cercanos, se comunican mejor, disfrutan de la compañía mutua, se sienten más fortalecidos, ratifican su amor...

Una nueva historia

Los especialistas en el tema brindan algunas condiciones principales para que pueda darse un arreglo en la pareja, las cuales emanan tanto en el ofensor como en el ofendido.

Por parte del cónyuge que fue infiel, lo esencial en este proceso es que corte su relación alterna de manera radical y tome sinceramente la decisión de recuperar a su pareja. Una vez manifestado su propósito de cambio, es crucial demostrarlo con hechos y palabras, al igual que trabajar arduamente para recuperar la confianza perdida. Debe comenzar también un proceso de reconquista, de forma que el amor marchito, vuelva a florecer.

En el caso de la víctima, se requiere entonces aprender a confiar nuevamente en su pareja, como también lograr liberarse de los malos sentimientos y pensamientos que impiden pasar la página.

Finalmente, “ayúdate que yo te ayudaré” reza el adagio. Ante faltas tan graves como la infidelidad, se hacen necesarias todas las ayudas que estén al alcance, un profesional, consejero matrimonial o director espiritual, serán definitivas para que en el proceso de perdón y reconciliación tenga un final positivo.

No olvidemos que algo tan maravilloso como es el matrimonio, no puede dejarse vencer por el mal. Vale la pena luchar por esta creación sagrada e ineludible para la realización del ser humano y más cuando lo que está en juego, es la felicidad de toda una familia. Vendrán días luminosos y tal vez los malos ratos se irán para siempre.

Fuentes: Portumatrimonio.org, Vidahumana.org

 

Por LaFamilia.info 

 

Foto: bearfotos

 

Todos tenemos discusiones matrimoniales, pero cuando hay hijos de por medio, debemos tenerlas en privado y evitarlas frente a ellos, pues podemos causarles un gran daño emocional y sicológico. 

 

Aunque no lo creamos, aún cuando están muy pequeños, los niños también perciben lo que sucede a su alrededor y poco a poco van desarrollando la sensibilidad para distinguir entre un ambiente familiar tenso o armonioso. Cuando los hijos son espectadores continuos de las peleas entre sus padres, pueden manifestar su inconformismo de distintas maneras:

 

En los más pequeños se pueden presentar rabietas o regresiones (como volver al uso de pañales, pedir nuevamente el chupete o biberón, etc.) con el fin de llamar la atención.

En los escolares es usual que haya un comportamiento agresivo y rebelde en el colegio, tal como peleas con los compañeros, desacato de las normas, y fracaso escolar; pero en casa su conducta es opuesta, se muestran apáticos.

 

En los adolescentes las reacciones son diferentes, como es propio de esta edad lo usual es que se muestren indiferentes y prefieran la evasión, refugiándose en actividades que sirvan de escape: redes sociales, móviles, videojuegos, salidas con amigos, alcohol, entre otras.

 

Ante este tipo de reacciones, los padres “muchas veces llevan los niños al psicólogo, como si fueran problemas de los pequeños, y finalmente uno se da cuenta que las disfunciones son de la familia; y a veces ni si quiera de ésta, sino de la pareja en particular” aclara Tania Donoso Niemeyer académica de Psicología de la Universidad de Chile en un artículo de Padresok.com.


De modo que en todas las edades, las peleas reiterativas de los padres son perjudiciales para el desarrollo emocional de los hijos, tanto que en algunos casos pueden provocar huellas difíciles de borrar.

6 recomendaciones para los esposos

Puede que hasta hoy nunca te habías puesto a pensar en esto y ni siquiera habías caído en cuenta que tus hijos estaban ahí, en medio de los conflictos con tu cónyuge. La psicóloga infanto juvenil Andrea Palacios, recomienda a los papás que “tomen conciencia de la importancia de hacerse cargo de las diferencias y trazar estrategias para tener estos desacuerdos sin que generen perturbaciones en el desarrollo de los hijos, factor que debe primar en importancia: no se trata de evitar el conflicto, sino de buscar el momento más apropiado para enfrentarlo”.

Por tanto, te damos las siguientes sugerencias:

 

1. Tener las discusiones fuera del alcance de los niños, para así evitar todo tipo de duda y dolor. Los problemas de pareja deben de discutirse en privado, sin que los hijos escuchen. Por esto se recomienda esperar que estén dormidos o salir a otro lugar.


2. No hacer que los hijos tomen partido por ninguno de los dos padres.


3. No conviertas a tus hijos en tu fuente de apoyo. Si necesitas a alguien, busca a un adulto quien entenderá realmente lo que sucede.


4. Si el niño pregunta, debes explicarle que es natural la discusión. Pero que hay ciertas maneras de hacerlo.


5. Estar atento a las actitudes (como portazos, caras de enojos), ya que los pequeños perciben todos los detalles.


6. Cuando las discusiones son muy frecuentes, conviene buscar la forma de resolver los problemas a tiempo. Es conveniente buscar ayuda, pues una vida de separación o de desunión emocional dentro del matrimonio provoca mucho dolor y no es calidad de vida para los adultos, y menos para los niños.


Puede costar dificultad en un primer momento, pero con esfuerzo seguro lo lograrán, ¡todo vale por nuestros hijos!

 

Por LaFamilia.info 

20152311mFoto: Pixabay

Así como hablamos en un artículo sobre cómo llevarse bien con los suegros, también es importante conocer las características que debe tener una buena suegra, pues tantos chistes y bromas alrededor del tema, pueden tener algo de realidad...