Por LaFamilia.info
26.01.2015
 

 

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Si bien es cierto que tomar la decisión de casarse puede generar un temor natural, en algunos casos, este paso cuesta más dificultad de lo normal y hasta se podría hablar de ciertas patologías al respecto. ¿Qué orígenes tiene el miedo al compromiso matrimonial?

Es comprensible la mezcla de sentimientos que se producen frente al matrimonio. Por un lado, hay una “separación” con la familia de origen, y por otro, se concentran una serie de incertidumbres y expectativas sobre la nueva forma de vida, a pesar que el amor es un ingrediente existente entre la pareja. Pero de ahí, a pasar a un grado mayor de nerviosismo exagerado hasta el punto de perder a la persona amada por no ser capaz de adoptar un compromiso, es ya un nivel superior de miedo que debe superarse antes de que surjan daños en las personas implicadas.

Detectar el origen

Para lograr superar esta dificultad, se debe hallar el porqué del miedo, alguna circunstancia interna debe ser el elemento generador. Bajo la premisa que el amor no es el causante del temor, las siguientes podrían ser algunas raíces:

 

Modelos cercanos: es cuando la persona se crió bajo un hogar desunido lleno de conflictos, de padres separados o ausentes, que la hacen pensar que todos los matrimonios son como ese modelo que vivió de cerca y no quisiera repetirlo. También pueden ser comentarios constantes de amigos que fracasaron en su relación matrimonial.


Experiencias pasadas: cuando se han presentado noviazgos previos conflictivos o traumáticos, es posible que se haya cimentado una aversión a las relaciones formales de pareja.


Inseguridades: por lo general, las personas que se les dificulta tomar decisiones -cualquiera que sea-, tienen baja autoestima, no reconocen sus capacidades y permiten ser dominados por las inseguridades, volviéndose más frágiles y débiles ante situaciones que generen compromiso. Por eso es común que este tipo de personas huyan o eviten responsabilidades, como es el matrimonio, la familia, una oferta laboral, proyectos de vida, ayudas económicas, etc.


Egoísmo: en el matrimonio hay que ceder a las propias apetencias para dejar a un lado el “yo” y construir un “nosotros”. Indudablemente es un trabajo de negociación delicado de los cónyuges, pero no es irrealizable. Sin embargo, estas personas que temen en extremo al matrimonio, no se sienten capaces de renunciar a sus gustos, exigencias y preferencias que se requieren en la convivencia, y ponen en primer lugar su bienestar negando la posibilidad de compartir con otros.


Apego a la familia de origen: puede ocurrir que exista una relación de apego con los padres que haga más complicada la conformación del nuevo hogar. Muchas veces esta presión por no abandonar a los padres, es ejercida por ellos mismos de manera inconsciente. O también se pueden presentar factores adicionales dificultosos que afectan el panorama del novio(a), como son los casos de enfermedades de los padres, aprieto económico o viudez, los cuales aumentan trabas a la decisión.


Incapacidad de asumir compromisos: especialmente si son para toda la vida. Algunas personas temen comprometer el futuro en una decisión de hoy.

 

¿Cómo superar este miedo?

Depende de la raíz que ocasione el problema. El acompañamiento de un sicólogo sería recomendable para casos más graves, para otros sin embargo, basta con seguir las sugerencias que se proponen a continuación:

Causa: Modelos cercanos

 

Plan de acción
Identificar si los temores son propios o adquiridos, es decir, si se originan por experiencias personales vividas de cerca o provienen únicamente de comentarios de agentes externos. En el primer caso, hay que tener presente que cada matrimonio es diferente, el hecho que los padres o familiares cercanos, hayan tenido dificultades en su relación conyugal, no quiere decir que se tenga que repetir la historia; “cada uno se labra su propio destino”. En el segundo caso, elija entre las personas que tiene a su alrededor, un referente de matrimonio que admire y desearía que el suyo fuera así; estos patrones positivos, sirven de inspiración y ejemplo para su propia vida.

 

Causa: Experiencias pasadas

 

Plan de acción
Hay que sanar primero las situaciones pasadas para comenzar una nueva etapa. Tampoco se puede generalizar, las personas y circunstancias son distintas.

 

Causa: Inseguridades

 

Plan de acción
Hay que recuperar la autoestima, potencializar las fortalezas y ejercitar la toma de decisiones en la vida diaria. Proponerse metas, medirlas y cumplirlas, no importa el propósito (hacer ejercicio, llevar una dieta saludable, ser más paciente, organizar los papeles pendientes, etc.), lo importante es llevarla a cabo.

 

Causa: Egoísmo

 

Plan de acción
Cambiar de un día para otro y más cuando es un hábito adquirido quizá desde la infancia, no es viable, hay que comenzar un proceso e ir de a poco. En cuanto al egoísmo, hay que comenzar a ceder ante algunas circunstancias cotidianas, por ejemplo, acceder a realizar una actividad que la pareja quiera, ver el programa de televisión que todos deseen ver en lugar de irse para la habitación, compartir con personas necesitadas tiempo, víveres o dinero.

 

Causa: Apego a la familia de origen

 

Plan de acción
No hay que escoger entre el uno o el otro, ambos, familia y cónyuge, pueden simpatizar al mismo tiempo. Los papás seguirán siéndolo hasta la eternidad, así que por ese lado hay un parte de tranquilidad. Si existiesen algunas dificultades adicionales, es importante continuar con el rol de hijo(a) y apoyarlos en lo que más se pueda, pero tampoco renunciar a los propios proyectos de vida. De igual forma, el hijo(a) no va a solucionar el problema si vive bajo el mismo techo o no con su familia de origen.

 

Causa: Incapacidad de asumir compromisos

 

Plan de acción
Es probable que no se haya desarrollado la madurez y el grado de responsabilidad que se requiere para asumir compromisos serios. Habrá que iniciar todo un proceso de cambio.


Por último, hablar con la pareja, expresarle sus miedos, planear su vida futura, y crecer juntos, puede resultar más efectivo que cualquier otro tratamiento sicológico

 
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Los celos no son simples reclamos, cuestionamientos, dudas sobre la pareja; los celos son sólo la punta de un enorme iceberg. Detrás de los celos, se encuentran profundos problemas arraigados a la persona que los padece.


Los celos son un sentimiento de temor a perder a la persona amada. Se dice que en pequeñas dosis y de forma controlada, son muestras de afecto que pueden ayudar a mantener vivo el amor. El problema surge cuando los celos se convierten en un sentimiento enfermizo, permanente e intenso que surge sin tener causas justificadas, provocando crisis en la relación.

La raíz del problema

Comúnmente la persona celosa afirma que el problema está en el otro, pero en realidad es todo lo contrario. Existen varias razones que explican el surgimiento de los celos:

Inseguridad: el hombre o la mujer celoso(a), sufre una inmensa inseguridad de lo que ella es y de lo que posee. En algunos casos puede deberse a situaciones difíciles del pasado o modelos de educación, que han dejado una marca en su forma de ser. Comúnmente este tipo de personas, no sólo son inseguros en su relación amorosa, también lo son en los diferentes espacios donde se desarrolla. Además, suelen ser temerosos y demorados para la toma de decisiones.

 

Baja autoestima: por lo general el típico celoso siente que no es lo suficiente atractivo, inteligente, extrovertido, etc. para satisfacer a su pareja. Se sienten “menos” y por eso creen que su pareja está buscando en otras personas lo que ella no es. Si uno se ama a sí mismo, la comparación con los otros disminuye y cuando la competencia no existe, se es menos vulnerable a sentir celos.

 

¿Amor o apego?: es completamente falso la creencia que afirma que entre más celos más se ama. Una relación asfixiante, donde la libertad es cohesionada y continuamente hay reclamos sin motivos reales, se le denomina apego. Por el contrario, el amor es libre y busca la felicidad del otro.

 

Egoísmo y necesidad de llamar la atención: pensar que somos la única persona en el mundo, que merecemos toda la atención de nuestra pareja, es una muestra de egoísmo. El perfil psicológico de la persona celosa, se caracteriza por querer ser el centro de atención, captar el interés de los demás, debido a que constantemente necesitan sentir estimación y por ello demandan aprobación.

 

Sentir poder sobre el otro: así como explica Rebeca Reynaud en su artículo: “Ninguna persona `pertenece´ como si fuera un objeto. Los hijos no son `propiedad´ de los padres; los esposos no son propiedad uno del otro, pero se pertenecen de un modo mucho más profundo. Los seres humanos no se pertenecen como una posesión, como una cosa, sino en la responsabilidad. Se pertenecen porque aceptan la libertad del otro y se sostienen el uno al otro en el conocerse y amarse”.

 

Cómo liberarse de los celos

Lo primero que hay que hacer es intentar apartar los pensamientos obsesivos. Los celosos dan muchas vueltas a la imaginación, y puede llegar a convencerse de que lo que pasa en su mente es verdad. Piense que de seguir así puede enfermarse. Así que debe seguir tres pasos principales:

  • - Aceptar que lo que está sintiendo.
  • - Pedir ayuda.
  • - Reforzar la autoestima.

 

Señales de alarma

  • - Necesita controlar todos los movimientos de su pareja.
  • - Piensa que su cónyuge lo considera ingenuo(a) y que lo puede engañar.
  • - No le gusta que su pareja salga sola o con amigos.
  • - No le gusta que su pareja lleve cierto tipo de ropa sensual.
  • - Arma una escena de celos sin motivos.
  • - Desconfía de lo que su pareja le dice.

 

Reflexiones para una persona celosa

  • - Piense que su pareja está con usted porque lo quiere como eres.
  • - Si usted tiene amistades, ¿no es lógico que su pareja también las tenga?
  • - Cuando le asalten las dudas, cálmese y luego hable sobre ellas.
  • - No se puede desconfiar de alguien que confía en usted.
  • - Su pareja es libre de estar a su lado y lo ha escogido a usted.
  • - Su pareja es una persona y no una propiedad.

 

Fuentes: hacerfamilia.cl, netdoctor.es, almas.com.mx, catholic.net, pulevasalud.com, vivirenpareja.cl

LaFamilia.info
16.02.2009
 

Un matrimonio, como cualquier cuerpo sano, puede sufrir enfermedades. Así como para el cuerpo, para una unión conyugal “enferma” también existen terapias y “médicos” que en este caso son los consultores familiares, psicólogos, amigos, sacerdotes, etc., que puedan devolver la “salud” al matrimonio en crisis.

En el matrimonio se dan enfermedades de diversa intensidad. Los momentos más álgidos pueden llevar a insultos, al cierre de todo diálogo, incluso a la salida de él o de ella para pasar varios días en casa de otros familiares o amigos.

En los últimos años el número de separaciones y crisis dentro del matrimonio ha aumentado desmesuradamente, hasta el punto que muchas parejas tratan de buscar soluciones a sus problemas de comportamiento por medio de ayuda profesional.

Conviene aplicar en la vida matrimonial, dos consejos fundamentales de toda la medicina: la prevención y la curación. A veces la prevención consistirá en no tocar un tema espinoso. En otras ocasiones habrá que encontrar un momento adecuado para tender un puente.

Intervención curativa

Habrá otros momentos en los que será necesaria la intervención curativa. En algunas ocasiones, bastará con una medicina sencilla: un poco de silencio, ceder, pasar una notita escrita para pedir perdón, poner sobre la mesa un tema difícil y doloroso para aclarar lo sucedido, aunque eso cueste tragar mucha saliva...

Otras veces, sin embargo, se exigirá una operación más profunda, habrá que recurrir al “cirujano”. Cortar, limpiar, añadir nueva sangre por medio de transfusiones, incluso realizar un “trasplante de corazón” para que el viejo, ya incapaz de amar por la pesada carga del aburrimiento o por rencores alimentados todos los días, reciba nuevos bríos.

Pueden darse situaciones en las que se piense, como última solución, la separación. Pero, si seguimos con la analogía de la salud, veremos que esta medida es algo así como la aceptación de la muerte: dejamos de buscar el difícil camino de la medicina para dejar que la enfermedad destruya lo poco sano que quedaba en pie.

Nunca puede ser solución para la falta de amor el romper definitivamente una aventura que siempre puede volver a partir con nuevas velas hacia mares todavía desconocidos. Hoy que se habla tanto de la eutanasia, conviene reencontrar el auténtico sentido de la medicina: curar y ayudar. También los matrimonios deben superar la tentación de la muerte provocada, la desgracia del divorcio. La auténtica terapia matrimonial salvará así muchas promesas de amor, acrecentará el amor que permite vivir las promesas. Para nuestro bien y el de nuestros hijos.

Terapias individuales y de pareja

El abordaje más común para los problemas de pareja, ha sido hasta ahora, la terapia individual: terapia o análisis de cada uno en forma sucesiva por el mismo terapeuta, terapia realizada paralelamente por dos terapeutas (con consultas periódicas entre ellos) y ocasionales sesiones cuadrangulares, grupoterapia de pareja, cónyuges en grupos separados y terapia con la pareja y las familias de origen.

Para El Dr. Andolfi, profesor de la Universidad "La Sapienza" de Roma, es tan importante saber lo que ocurre al interior de la gente, como lo que ocurre en la relación: “Hay 3 pacientes: el marido, la mujer y la relación”; por esto la terapia puede enfocarse dinámicamente en uno o en otro.

Andolfi considera como meta de la terapia que acepten la existencia de expectativas irracionales sobre la relación derivada de la familia de origen, comprendan mejor al compañero, enfrenten sus propias necesidades, mejoren la comunicación, se gusten un poco más y hayan aprendido a afrontar los problemas que surgen entre ellos.

La mayoría de las personas que inician una terapia lo hace para cambiar a su pareja: esperan el momento de contar a un profesional lo enferma, irreflexiva y descariñada es su pareja. En estos casos, no se acepta la sugerencia de que cada uno debe asumir la responsabilidad del cambio y el no encontrar al árbitro, suele ser un motivo frecuente de deserción.

La idea de cambiar al otro, (progenitor, cónyuge, hijo) en general, no funciona. La única forma de cambiar al otro es cambiando uno mismo, porque al hacerlo, el otro debe cambiar necesariamente de conducta o actitud, al no poder ya responder a las conductas predecibles de la pareja. Pero también existe un encubierto temor a que el otro cambie, porque podría no quererlo más. Este es otro motivo para tratar a la pareja junta, de manera que puedan compartir el proceso.

Fuentes: churchforum.org, psicologia.academia.com

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Planeamos nuestro futuro profesional, organizamos nuestras finanzas personales, nos proyectamos en el campo social, nos trazamos metas de orden material (adquirir vivienda propia, comprar carro, viajar, etc), y, ¿en cuanto a la familia, qué plan tenemos?

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Pasar de la vida de solteros a la de casados, lleva consigo grandes cambios en las parejas, estos son varios consejos para acoplarse lo mejor posible.

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21.06.2008
 

Cuando un joven matrimonio comienza su vida en común, ambos entran a formar parte de una familia extraña: la del cónyuge. Esta nueva experiencia es una situación susceptible a crear conflictos entre la pareja y por esto requiere de un esfuerzo especial para aceptar situaciones que algunas veces no son afines con nuestras costumbres ni modos de pensar.

Lo cierto es que al elegirse el uno al otro, se elige también un poco de la otra familia, puesto que la mayoría de valores que el cónyuge posee, han sido inculcados por la educación que ha recibido. En ocasiones, dichos modos de “hacer” nos parecen realmente diferentes y nos vemos incapaces de aceptarlos.

El nuevo papel: yerno/nuera

Cuando el papel de yernos/nueras es nuevo para nosotros, es normal que al principio no sepamos cómo desempeñarlo correctamente. Poco a poco nos iremos dando cuenta de que, al fin y al cabo, se trata de una nueva aventura interpersonal que necesita requisitos mínimos como:

  • Interés por querer.
  • Afán de mejora personal.
  • Capacidad de perdón.
  • Necesidad de acoger.

El conflicto suegra-nuera es ya un clásico en el ámbito del matrimonio y se deriva de la rivalidad que existe entre el amor de madre y el de esposa. Muchas suegras continúan aferradas al modelo que han vivido durante toda su vida e intentan imponerlo a las nuevas generaciones de nueras, cuyas vidas se desarrollan en una realidad completamente diferente. Las primeras poseen un estatus que se han ganado con sacrificio y esfuerzo, y por lo tanto esperan cierta sumisión por parte de sus nueras. El problema es que, en su mayoría, las recién casadas no están dispuestas a que se las relegue a un segundo plano.

Tipos de Suegras:

  • Cuando una madre fue protectora en exceso, como suegra no tendrá otra identidad que la de seguir actuando como una madre. Insatisfecha en su vida conyugal, deposita en sus hijos su carencia amorosa y confía plenamente en que sean ellos los que la saquen de su soledad, a modo de compensación por la dedicación que ella les ha brindado siempre. Rechaza la independencia y fomenta el apego de los hijos, a quienes agobia con sus excesivos cuidados y recelos. Ellas soportan muy mal el distanciamiento de los hijos y cuando se produce la separación, adoptan una actitud de despecho y verán en sus hijos una especie de traición y en sus nueras, el enemigo que se llevó lo que ellas más querían.
  • También existen las madres que, actuando bajo un disfraz de bondad e inocencia, acaban imponiendo su voluntad ante la de sus hijos. Siguiendo el proceso natural, esta madre se convierte en una suegra que maneja la vida de sus hijos y la de sus hijos políticos como le plazca. Además, tienen la extraña virtud de saber darle la vuelta a las cosas de tal modo que al final siempre acaban adoptando el papel de víctimas.
  • Sin embargo, existe también un tipo de suegra discreta, que no se entromete en la nueva vida de sus hijos y toma al recién llegado como un miembro más de la familia. Se alegran por la felicidad de sus hijos y no se inmiscuyen en sus decisiones ni en su matrimonio. Respetan el vínculo matrimonial por encima de sus propios deseos; son generosas, alegres y se valen del sentido del humor cuando aparece algún problema.

 

Tipos de Nueras

Las “inseguras”: En general esta nuestras se sienten vulnerables y desorientadas ante su nueva situación. Absorben en exceso al cónyuge, filtran toda relación con sus padres y restringen las llamadas y las visitas por miedo a quedarse relegadas en un segundo plano.
Las suspicaces: Son las mujeres que en este nuevo papel dejan aflorar rasgos de susceptibilidad, intransigencia y criticismo. Estas actitudes, a la larga, no harán más que sembrar descortesía y tensión y, por tanto, lo único que recogeremos serán muchos problemas que afectarán a varias personas.
Nueras acertadamente amorosas: Viven con alegría y entusiasmo la etapa que acaba de comenzar. Aprecian las características positivas de su nueva familia, saben encajar con seguridad los comentarios desafortunados y son capaces de perdonar con facilidad. En definitiva, son aquel tipo de nueras que sí están en disposición de querer.

 

El reto de ser esposo e hijo

En este supuesto conflicto suegra-nuera hay otro agente implicado: el marido. Al nuevo esposo le corresponde el papel de facilitar el curso natural de la nueva relación si es capaz de amar de forma madura. Además debe propiciar que las dos mujeres que más quiere aprendan no sólo a aceptarse y a ayudarse, sino también a quererse. Cuidar los detalles como hijo y como esposo es un reto que se le presenta en el camino hacia la madurez emocional. Estas son algunas sugerencias para intentar conseguirlo:

  • No permitir críticas de la una o de la otra y, por supuesto, no trasmitirlas si las hubiera, para evitar enfados innecesarios.
  • Propiciar situaciones de acercamiento.
  • Ante un conflicto, escuchar, hacer que se sientan atendidas y ayudar a restarle importancia al asunto.
  • Hacer llegar los comentarios favorables de la suegra a la nuera y viceversa.
  • Si la situación se vuelve difícil, atender a cada una individualmente, esperar y rezar. Esto nos ayudará a conseguir nuestro ulterior objetivo, que no es otro que el de preservar el vínculo matrimonial.

Fuente: Cómo prepararse para la vida conyugal, de Mar Sánchez Marchori

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Así como hablamos en un artículo sobre cómo llevarse bien con los suegros, también es importante conocer las características que debe tener una buena suegra, pues tantos chistes y bromas alrededor del tema, pueden tener algo de realidad...

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27.05.2009
 

Las palabras tienen un alcance inimaginable. Al igual de la gran capacidad para transmitir amor, las palabras pueden llegar a hacer mucho daño, aún cuando esa no es la intención.

Cuando uno le dice al ser amado: “Te quiero, pero...”, estamos poniendo una limitación, ya que sus palabras implican: “No te querré a menos que te dispongas a hacer lo que yo digo”.

Es diferente si decimos: “Te quiero, y preferiría que...”, de esta manera comunicamos un amor incondicional, además de la petición de que la otra persona reconozca nuestras necesidades y preferencias.

 

La palabrita “pero”

Usada de forma automática, en especial en el matrimonio, este “pero” puede ser encubiertamente destructivo. Al usar la fórmula: “Te quiero, pero...”, se está invalidando su amor. De modo similar, al decir a nuestra pareja: “Es verdad, pero...” lo que esto implica, es que la vivencia o los sentimientos de la otra persona no son válidos o no vienen al caso. La palabra “pero” ha negado todo lo que nuestro cónyuge podría haber dicho.

Piense cómo se siente si su cónyuge le dice “estoy de acuerdo contigo, pero” o “te quiero, pero”. Con sólo sustituir la palabra por “y” se crea una experiencia comunicativa totalmente diferente. Por ejemplo, si uno dice: “Es verdad, y déjame compartir contigo mi vivencia de lo que sucedió”, o “Es muy válido lo que me dices, y fíjate ahora cómo viví yo la misma situación”. La palabra “pero” crea desacuerdo y resistencia, la palabra “y” introduce el acuerdo y aporta intimidad a la comunicación.

También influye el cómo se dice

No se trata sólo de lo que uno dice, sino de cómo lo dice. Se le pueden poner límites al esposo(a) cuando mantiene una actitud de amor y de sensibilidad ante sus necesidades. Pero cuando se toma una actitud defensiva o se hacen las veces de juez, no hay diálogo posible, ni sirve de nada decir “y” en vez de “pero” para llegar a una solución satisfactoria para ambos esposos.

Dicho de otra manera, nada de lo que aquí se recomienda es simple cuestión de forma: ¡Hay que tomarse bien a pecho la diferencia fundamental que existe entre decirle al cónyuge: “Te quiero, y...” o “Te quiero, pero...”!

“Pero te quiero”

Así como los efectos de “te quiero, pero” son negativos, lo mismo sucede con “pero te quiero”. Esta protesta, que tan comúnmente se oye, está señalando que aunque pueda sentir mucho amor no lo está expresando con vehemencia, y por lo tanto, la pareja no se lo creerá.

Casi todos tendemos a amar a nuestra pareja de la manera que deseamos que nos amen. Una clave para que la unión dure toda la vida es dejar de insistir con aquello de “pero yo te quiero” y tratar de descubrir cómo nuestro cónyuge recibe la expresión de ese amor.

Las acciones también cuentan

Para muchos, no son sólo las palabras “te quiero” o “te amo”, sino determinadas acciones las que expresan el amor. Por ejemplo, puede suceder que cuando un hombre dice a su esposa: “Te quiero, tesoro”, ella le responda:

  • No es verdad. Si me quisieras, todavía me mirarías y me acariciarías con amor, como cuando empezábamos a salir juntos. Ya no me sorprendes con pequeñas atenciones, ni me invitas a un romántico viaje juntos.

Y si él se siente herido y responde diciendo “pero si yo te quiero”, es que no ha entendido el mensaje. En su preocupación por el trabajo u otra actividad, se ha olvidado de acariciar a su mujer de la especial manera que hace que ella se sienta amada. En vez de protestar, ese hombre haría mucho mejor si cada dos o tres meses organizara un día especial de amor para su mujer. En él podría incluir las flores favoritas de ella, una cena romántica, un fin de semana en un hotel donde les sirvan el desayuno en la cama, una sesión de masaje... y volver a mirarla a los ojos de aquella manera tan especial. Eso es lo que la esposa necesita para recuperar la vivencia del amor de él, y lo que él necesita para que sus palabras sean creíbles.

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Plan de acción

Especialmente en las conversaciones sinceras de corazón a corazón, si aprenden a usar las cuatro frases siguientes, podrán alcanzar un mejoramiento en su relación. He aquí las cuatro frases:

  • Te quiero (o te amo), y...
  • Te aprecio, y...
  • Estoy de acuerdo contigo, y...
  • Respeto tu punto de vista, y...

Lo primero que están haciendo, al usar estas cuatro frases, es consolidar el amor, el aprecio, el respeto y el acuerdo entre ambos. Cada uno está validando el punto de vista de su cónyuge. Están construyendo el vínculo y reconociendo la comunicación, en vez de hacer caso omiso al otro y de denigrar lo que él/ella tiene que decir. Además, crean un vínculo mediante el cual ambos pueden aceptar las situaciones y reconocer que pueden tener puntos de vista diferentes. Estas cuatro frases le ayudarán a evitar conflictos innecesarios, a comunicarse con claridad y a disfrutar de una intimidad creciente.

 

Fuente: Manual de Funcionamiento del Matrimonio. Corporación CED.

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La convivencia en el matrimonio no debe significar una actitud de dar sin límites y no esperar nada a cambio. Eso es una falacia y genera desequilibrios que, antes o después, terminan pasando factura.